Por: Adriana Garavito / 13.11.2019

La eliminación del corsé, el traje de dos piezas de Chanel, los vestidos negros en la alfombra roja, como parte del movimiento #TimesUp, son solo algunas muestras de la relación histórica entre moda y feminismo.

¿Cómo terminar una pasarela inspirada en la nueva ola de revolución femenina? Pues con una protesta. Karl Lagerfeld diseñó un bulevar francés dentro del Grand Palais para su show Primavera 2015 en Paris Fashion Week: esa calle ficticia fue tomada por una turba de muchachas vestidas de Chanel, encabezadas por Cara Delevingne y Caroline de Maigret con megáfonos en la mano, y entre las que se encontraban otras modelos, como Kendall Jenner, Georgia May Jagger y Joan Smalls, que sostenían pancartas con los lemas 'History Is Her Story', 'Feminism Not Masochism' y 'Ladies First'. Es complicado imaginar a Lagerfeld como un feminista (sobre todo por sus comentarios acerca del peso y el aspecto físico de las mujeres); lo que es seguro es que el diseñador sabe leer bien la tendencia del momento. Pero la historia de la marca que dirige tiene un capítulo importante –que no es el de su protesta chic en París−, en la relación larga y profunda entre el movimiento feminista y la moda, que es mucho más que una simple tendencia de temporada.

Si a inicios del siglo XX se dio la primera revolución en la apariencia femenina cuando Paul Poiret, diseñador francés, suprimió el corsé y el estallido de la Primera Guerra Mundial obligó a las mujeres a tomar roles más activos en la sociedad, a mediados de los años veinte, sucedió la segunda revolución: su nombre fue Coco Chanel. Ella diseñó el traje de dos piezas y marcó los primeros pasos de la liberación femenina.

Los sesenta son un punto de quiebre en la historia. La ropa fue parte del movimiento hippie, y estaba ligada a los conceptos de movimiento, fluidez y libertad. Esta es la década en la que se inventó una de las prendas más revolucionarias de la indumentaria femenina: la minifalda. Mary Quant fue la diseñadora que la lanzó al ámbito comercial.

La liberación era física, mental y, por supuesto, sexual. Así cuando Diane von Fürstenberg creó las primeras versiones de su icónico vestido envolvente, fue identificada con este espíritu erótico. Cuando le preguntaron cómo surgió la idea de su diseño, respondió con hartísima confianza: 'Bueno, si tratas de salir de una cama sin despertar al hombre, los cierres son una pesadilla'. Era un hecho: la mujer tomaba sus decisiones y su ropa lo exclamaba.

Los años ochenta vio nacer a la empresaria. El power suit se convirtió en la prenda de la mujer moderna. Era como si esta hubiese asaltado el clóset de un hombre para hacer de sus trajes una mejor versión. A más de uno le fastidiaba la idea de que las mujeres se estén vistiendo como hombres, pero ¿quién dijo que ese look era exclusivo?

La moda es efímera, pero los conceptos no. El feminismo no es una tendencia, es una realidad y la ropa complementa la idea.

Que Maria Grazia Chiuri, primera directora creativa de Dior, haya mostrado en su pasarela debut para la firma francesa una camiseta con el mensaje 'Todos debemos ser feministas' no es un llamado al consumo, sino que es un grito por el cambio. Y que actrices de Hollywood se vistan de negro en las alfombras rojas como parte del movimiento #TimesUp, que condena los abusos en la industria del entretenimiento, está muy lejos de ser un simple tuit. De la moda se dice que es frívola, ridícula, puro consumismo. Como todo, tiene su lado oscuro; pero no hay que olvidar que el simple hecho de tener miles de opciones para comprar quiere decir que la sociedad ya tiene algo clarísimo: eres independiente, tú eliges en qué gastas y cómo te quieres ver. Y ahora, estamos vestidas para seguir cambiando el mundo.

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