A mediados de octubre, se estrenó The Romanoffs, la esperada nueva serie del creador de Mad Men, sobre familia, linaje e identidad explorados desde la comedia hasta el thriller psicológico.
La cuña de introducción parte con un recorrido visual por los cuadros que adornan las paredes de una fastuosa sala en la que se encuentra la familia Romanov, a ritmo de una pieza de música clásica –con oboe y violines–, que cambia drásticamente a una canción de Tom Petty and The Heartbreakers para introducir la escena del asesinato familiar y, de paso, sugerir el giro temporal de la historia. De ahí, la línea de sangre de una de las hijas del zar Nicolás II recorre una serie de fotografías familiares, que se convierten en hojas caídas en otoño que siguen a una mujer joven de capa azul que corre a través de un bosque, en una clara alegoría de la teoría del escape de Anastasia Romanov y un guiño a lo azul de su sangre.
La imagen cambia de pronto a la de un entorno contemporáneo: la salida de una estación de metro de Nueva York, por cuyas escaleras sube una mujer joven que viste un sobretodo azul y mira su celular. La continuidad de la superposición de imágenes y la presencia de la capa azul (ahora sobretodo) son un punto de partida que nos hace pensar en la presunta existencia de los descendientes de la familia real rusa. Esta genial introducción es solo un anticipo de la calidad –en toda la extensión de la palabra– de cada uno de los capítulos de The Romanoffs.
Quizá el título resulte confuso e invite a pensar, casi automáticamente, que la serie de Matthew Weiner es un drama de época sobre la mítica familia real rusa. Nada más alejado de la realidad (tanto en el tiempo como en la temática). Si bien el hilo conductor que recorre los ocho capítulos que conforman la primera temporada de esta nueva serie de Amazon Prime es la idea que los personajes comparten de que son descendientes de la familia del último zar, Weiner tiene una visión más general del concepto de su nueva obra maestra. 'Estamos en un momento en nuestra historia en el que la gente anda buscando una conexión cercana con sus raíces, y una especie de revelación acerca de quiénes son', anticipa el director, quien confiesa sentirse atraído por los mitos y el eterno debate que existe acerca de los Romanov, sobre si tienen realmente descendientes y sobre qué les pasó. 'La historia, para mí, es acerca de cómo todos estamos cuestionando quiénes somos y quiénes decimos que somos', explica.
¿DESCENDENCIA REAL?
La expectativa que ha generado la serie se explica por el hecho de que su creador es el mismo que años atrás dejó una huella en la historia de la cultura contemporánea con una serie hito como Mad Men. Pero también por la presencia de estrellas de la talla de Aaron Eckhart, Diane Lane, Isabelle Huppert, Christina Hendricks, John Slattery –dos de los protagonistas de Mad Men–, entre otros, por un presupuesto cercano a los 50 millones de dólares, y una amplia diversidad de géneros implicados –que van del drama y la comedia romántica al thriller psicológico–.
Si de extensión hablamos, ver un capítulo de The Romanoffs es como ver una película. Los 3 primeros episodios exceden los 120 minutos, mientras que los 5 restantes sobrepasan la hora de duración. 'Lo que quise hacer fue dar una especie de experiencia curada, un mix entre televisión y cine, pues cada capítulo tiene una extensión similar a la de una película', dice el propio director. 'Puedes ir a otro lugar cada semana y ver una nueva historia. No tienes que ponerte al día, puedes verlos en cualquier orden, y se estrenan semanalmente, así que puedes hablar con tus amigos al respecto. Para mí, esto es televisión ‘a la antigua’, créanlo o no'.
*Lee la nota completa en la edición de diciembre de Revista J.
