Por: Vania Dale / 13.11.2019

Escritora, periodista, reportera y hasta ícono de la moda. La influencia de Joan Didion trasciende lo literario, pero durante su agitada vida las letras la han salvado siempre.

La cámara sobre las repisas de Joan Didion descubre algunas de sus lecturas: Kurt Vonnegut, John Steinbeck, Doris Lessing, Dante. Más allá, en el mueble de la cocina, está un televisor frente al cual ella revisa el periódico, sentada en medio de un ligero desorden. Ingresar en el mundo íntimo de la muy privada escritora es un privilegio que ha sido posible con el estreno en el 2017 del documental de Netflix sobre su vida, The Center Will Not Hold. En él, Didion tiene 82 años (dos menos que ahora): es pequeña y su aspecto frágil y excesivamente delgado, y sin embargo su voz se escucha robusta cuando habla y asegura, por ejemplo, que 'siempre he encontrado que cuando examino algo resulta menos atemorizante'. Es así, desde esa perspectiva, que Didion se ha enfrentado a los miedos más grandes. Al de la muerte y al del dolor.

Leyenda viva

El documental (dirigido por su sobrino Griffin Dunne) ha revivido la curiosidad y hasta obsesión por la figura de Didion, un ícono de las letras que ha vivido una vida que parece sacada de una ficción. Pero el impacto en la cultura contemporánea de Didion trasciende lo literario. Eso quedó claro en el 2015, cuando tanto los medios culturales (léase, The London Review of Books) como las páginas especializadas en moda respondieron con igual entusiasmo ante la ultracool imagen de Didion detrás de sus lentes de sol, fotografiada por Juergen Teller para la campaña del Céline de Phoebe Philo.

Leyenda viva

'¿Qué tiene exactamente Didion que no tenga nadie más que hace que despierte una fascinación casi unánime?, se preguntó un artículo en Letras Libres a finales del 2018, a propósito de la publicación de Sur y Oeste, dos cuadernos de la escritora estadounidense. Según la misma publicación responde, además de carisma y de una capacidad de observación deslumbrante, Joan Didion 'tiene la capacidad de mantenerse en segundo plano sin desaparecer del todo en sus crónicas, como diciéndole al lector: ‘no te preocupes, estoy aquí y al final sobreviví. Sobreviví al Oeste del que vengo, a los sesenta, a Los Ángeles, a los asesinatos de Cielo Drive, a los setenta, a Nueva York y a la muerte de mi marido y de mi hija’. Sabemos que Didion sobrevivió a todo eso porque lo cuenta, y en parte sobrevivió gracias a contarlo'.

Testigo y personaje

En el documental, Didion relata que su madre le regaló un cuaderno cuando era niña, invitándola a entretenerse escribiendo sus pensamientos. Desde ese momento supo que no podía detenerse en ese empeño. Años después, fue un concurso el que le consiguió un puesto en la revista Vogue. El estilo personal de Joan se desplegó con tal firmeza en las páginas de la publicación de modas que su pluma supo trascender y brillar. Aunque, sin menospreciar sus capacidades intelectuales, es justo decir que lo de Didion es más cercano al pecho que a la cabeza. Como digna representante del Nuevo Periodismo, supo usar la primera persona para dotar a sus textos de mucho más que solo información.

Tenía apenas 20 años cuando dejó su natal Sacramento para instalarse en Nueva York. Por esa época, a la par, empezó a escribir su primera novela, Run River, que vendió solo 11 copias, pero marcó el inicio de su relación sentimental con el escritor John Gregory Dunne, con quien se casaría un año después.

Leyenda viva

Poco tiempo luego de haber adoptado a su pequeña hija, a quien bautizó Quintana Roo en alusión al paradisiaco estado mexicano, se mudaron a un barrio de Hollywood venido a menos y poblado de hippies y rockeros. Esa peligrosa y excitante zona de Los Ángeles fue cantera de historias fascinantes, a las que Didion daría forma de manera magistral.

Su 'predilección por lo extremo', según llama a una sensación que le sobrevino desde que era niña, la llevó a sumergirse en el universo hippie de la época. Y si bien fiesteó junto a personajes como Jim Morrison y Janis Joplin, ambos miembros del célebre pero nada atractivo club de los 27, y recibió en su casa a celebridades, como Steven Spielberg, Warren Beatty y Martin Scorsese también presenció escenas tan perturbadoras, como el éxtasis de una niña de 5 años bajo los efectos del ácido. Joan fue testigo de la barbarie más allá del arcoíris, justo antes de los asesinatos del clan Manson que terminaron por hacer trizas la utopía de la vida hippie estadounidense.

Esta experiencia fue volcada en su famoso ensayo The Hippie Generation: Slouching Toward Bethlehem, que luego diera origen a su primer libro de no ficción que fue un éxito rotundo.

Una nueva vida

Sin embargo, nunca había visto Joan Didion la tragedia tan de cerca como en el 2003, cuando esta tocó la puerta de su departamento de Nueva York durante una cena con su esposo, quien murió repentinamente de un paro cardiaco. Ambos acababan de regresar del hospital, donde, desde hacía cinco días, yacía en coma su hija Quintana por causa de una neumonía que le generó un shock séptico. Para él y por él —y también movida por la gravedad de la enfermedad de Quintana— escribió The Year of Magical Thinking, un libro que habla del duelo, y que ganó, en el 2005, el National Book Award for Nonfiction y fue finalista al Pulitzer en el género autobiográfico.

Leyenda viva

Poco menos de dos años después de haber perdido a quien fuera su compañero durante cuatro décadas, la hija de ambos falleció. Entonces, Joan hizo lo que mejor sabe hacer: escribir.

'‘Pero tienes recuerdos maravillosos’, me decía la gente, como si los recuerdos fueran un consuelo. No lo son. Los recuerdos son, por definición, tiempo pasado. Cosas perdidas. Ya no son. Los recuerdos son esos uniformes escolares en el armario, las fotografías borrosas y viejas, invitaciones a bodas de gente que ya no sigue casada, esquelas fúnebres de gente cuyos rostros no puedes recordar. Los recuerdos son cosas que ya no quieres recordar', se lee en las páginas de Blue Nights, el libro que, digamos, corresponde a esta segunda tragedia.

Esa sórdida belleza que, paradójicamente, albergan los hechos profundamente tristes cuando saben contarse siempre fue, y sigue siendo, el sello de Joan Didion, una mujer de la que no solo puede decirse que ha 'vivido para contarlo', sino que, desde la perturbadora anécdota de la niña en ácidos hasta la muerte de sus dos seres más queridos, lo ha contado —todo— para poder vivir.

Leyenda viva

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