Por: Rebeca Vaisman / 13.11.2019

Su influencia en la estética y los productos culturales contemporáneos es innegable. Pero ser una flapper en la década del veinte no tenía que ver solo con moda, sino con rebelión.

El 2017 puede llamarse el año Z. No solo se estrenó la serie de Amazon sobre Zelda Fitzgerald, Z: The Beginning of Everything, con Christina Ricci como la trágica novelista y musa de su esposo, el escritor Francis Scott Fitzgerald; también se conoció la noticia de dos biopics que verán la luz el 2018 y el 2019 (protagonizadas por Jennifer Lawrence y Scarlett Johansson, respectivamente) sobre la icónica figura literaria. La coincidencia en un mismo año de estas tres producciones no es obra del azar: la seducción de Zelda nunca llegó a morir del todo, y en los últimos tiempos ha renacido con fuerza a partir del estreno de The Great Gatsby en el 2013, película en la que los trajes creados por Catherine Martin y Miuccia Prada sirvieron para ilustrar la visión de F. Scott Fitzgerald sobre la ostentación de los locos veinte.

Aquellos fueron años de posguerra, de profundos cambios sociales. Y en medio de todo ello, un grupo de mujeres como la propia Zelda encabezaron una revuelta cultural que alcanza a nuestros días. Conocidas como flappers por una sociedad que las criticaba e imitaba por igual, la fascinación que suscitaron y lo que significaron en la historia del siglo pasado ha gravitado siempre en el diseño, la moda y el arte.

Girl power

La Primera Guerra Mundial dejó como una de sus grandes consecuencias sociales, a un grupo de mujeres que querían ser tenidas en cuenta no sólo en el ámbito de los derechos civiles, también en el de los quehaceres cotidianos. Es decir, en el trabajo, en el matrimonio, en la ciudad. Esto se da en un contexto en el que las sufragistas ya habían conseguido el voto para la mujer estadounidense. Entonces, estas mujeres rebeldes de los años veinte sustituyeron el corsé que las oprimía, empezaron a vestir trajes rectos (las primeras siluetas andróginas) y se descubrieron las rodillas para moverse y bailar con libertad. Las flappers son también las precursoras del bling bling: con múltiples collares, gargantillas, vinchas y visceras vistosas a la vez, y mucho maquillaje que usaban en todo momento.

La intriga que genera Zelda Fitzgerald se ha visto reflejada repetidamente: Alison Pill la interpretó en Midnight in Paris de Woody Allen (2011), y Vanessa Kirby hizo lo propio en Genius, protagonizada por Colin Firth (2016). Antes, en 2013, Therese Anne Fowler publicó su bestseller Z, que ha sido adaptado por Amazon para la serie que marca el regreso de Christina Ricci y que reclutó al vestuarista ganador del Emmy Tom Broecker, para invocar el encaje, el terciopelo y la piel que vistió a la flapper más recordada. Pero la influencia de ese movimiento en la cultura popular contemporánea es más amplia. Desde figuras como el dibujo animado Betty Boop (el primero en mostrar sexualidad femenina explícita), hasta Las chicas del cable, serie española producida por Netflix, productos actuales exploran la pertinencia de la búsqueda de independencia, libertad y diversión de toda una generación de mujeres.

La moda, por supuesto, ha rescatado mucho de su estilo y filosofía. Una de las últimas referencias ha sido vista en la pasarela de Otoño de Rocha, donde Alessandro Dell’Acqua apostó por vestidos plisados de chifón con moños, abrigos y espaldas de encaje, y brocados florales. Para la revista Harper’s Bazaar, 'es casi como si los trajes flapper hubieran sido diseñados específicamente para los tiempos de Instagram y Snapchat', se lee en su reseña, refiriéndose sobre todo a un look dorado cuyos flecos oscilaban ante el app de cámara lenta de la front row. Un vestido con espíritu divertido y díscolo, perfecto para toda flapper moderna.

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