03.10.2024



La carrera por ganar en viralización y popularidad en redes también
ha llegado a la política. ¿Democratización del mensaje o espectacularización
del discurso?





En Annie Hall, hay una escena que es todo un vaticinio: Woody Allen está en la cola del cine y no puede soportar el esnobismo de un tipo que hace mansplaining a su novia sobre las teorías del sociólogo Marshall McLuhan. La más conocida de todas: “El medio es el mensaje”. En la película es 1977, y han pasado casi veinte años desde que McLuhan publicara su libro Understanding Media, en el que postula que el medio define el contenido del mensaje, como un vaso la forma del agua que alberga.


En otras palabras, un mensaje no es el mismo si se transmite por la radio, se exhibe por la TV o se imprime en el periódico. Varias décadas más tarde de publicada la teoría y estrenada la película que la menciona, surgen las preguntas: ¿Y si se cuelga en TikTok? ¿Y si se trata de política? ¿Hasta dónde es posible explicar propuestas de campaña o planes de gobierno en un video de unos pocos segundos que aspira a la viralidad?


TikTok o Instagram son medios en los cuales uno está acostumbrado a ver el último meme viral, el nuevo spot de lifestyle, la tendencia de moda, las vacaciones de nuestra celebridad favorita o la última travesura del gato de nuestra compañera de oficina. En una palabra: espectáculo (en la acepción más superficial de la palabra). Y, según la investigadora Linda Stone, un espectáculo con tres características: claridad, brevedad y relevancia. Entonces, algo de todo esto influirá en la percepción del mensaje político que fluye por las redes sociales.


La encarnación del fenómeno es, sin lugar a dudas, Donald Trump: el showman devenido en presidente del país más poderoso del mundo. Trump es un experto en crear ese clip destinado a alcanzar una viralidad casi inmediata. Pienso en la escena donde Jimmy Fallon lo jala del pelo para demostrar que no lleva bisoñé. Su última creación es una oda a la brevedad: introducir el concepto “Kamabla”. ¿Se refiere a que Kamala Harris (su contendora a la presidencia) es puro blablablá? ¿Es un mensaje supremacista blanco calificándola de “black”? No lo sabemos. Y cuando se lo han preguntado al equipo de campaña republicano, han respondido que ellos tampoco. “Llene el concepto con el contenido que le apetezca, señor votante WASP”.




Los medios han entendido esta “espectacularización” del mensaje político y, por supuesto, se han subido a la ola,
en un intento desesperado por atraer a las audiencias más jóvenes.



En la vereda demócrata, también se aprovecha el fenómeno. Pasará a la posteridad la declaración de Michelle Obama presentando a su esposo en la Convención Demócrata como “el hombre que se despierta cada mañana pensando en qué es lo mejor para los Estados Unidos”. Vamos, que algún día el buen Barack despertará pensando en el partido de los White Sox, o en su “Obama’s Summer Playlist” que comparte en Spotify (donde alguna vez incluyó “Pepas”, de Farruko).


Las estrellas que apoyan a uno y otro bando también se convierten en sus canales de difusión: Amber Rose, Hulk Hogan y Kanye West en la tienda republicana; y Oprah, Stevie Wonder y Beyoncé (que ha cedido los derechos de su canción “Freedom”) por el lado demócrata.




Jack Schlossberg, el único nieto de John F. Kennedy, ha revolucionado las redes sociales mezclando política con humor.
Hoy es el nuevo corresponsal político para la revista Vogue.



Los medios han entendido esta “espectacularización” del mensaje político y, por supuesto, se han subido a la ola, en un intento desesperado por atraer a las audiencias más jóvenes. Vogue, por ejemplo, ha contratado como su analista político a Jack Schlossberg, el nieto de John F. Kennedy, quien hasta ahora era más conocido como tiktoker, a pesar de ser graduado en Leyes por Harvard y en Negocios por Yale. Guapo, deportista, gracioso… ha sido uno de los influencers más virales durante la investidura oficial de Kamala Harris como candidata demócrata, superando a la mismísima Alexandra Ocasio-Cortez. Su reel comiendo pizza con el gobernador de Pensilvania Josh Shapiro es canónico de la nueva forma en que se está comunicando la política: comienza puntuando las mejores pizzas de Chicago y termina motivando a los jóvenes a acudir a las urnas: metieron pizza, derechos de las mujeres, la importancia de la votación y una puya a Trump en quince segundos. Vale preguntarse qué nos espera en la próxima campaña electoral peruana.


El visionario McLuhan (también autor del concepto “aldea global”) aparece ante cámaras en Annie Hall e interrumpe a Woody Allen y su interlocutor. “No, señor, usted no ha entendido nada de mis teorías. El medio no es el mensaje, sino totalmente al revés”.







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