Por: Vania Dale / 14.09.2023



El New York Times la bautizó como “la reina del rap en quechua”; la revista Hola! USA la incluyó en su lista de las 100 latinas más influyentes del 2022 y Spotify la eligió embajadora de su iniciativa EQUAL, lo cual ha llevado su imagen hasta
la pantalla gigante de Times Square en Nueva York. A sus 22 años, Renata Flores ya ha evolucionado tremendamente
y se sigue abriendo paso en la música con su trap en quechua.





Un ejercicio rápido para atisbar el crecimiento de Renata Flores como artista en los últimos años es comparar el primer video que subió a YouTube con alguno de sus últimos videoclips oficiales. El primer video en su cuenta es de 2015; en él, una todavía tímida Renata (tenía apenas 14 años) interpreta una versión en quechua del éxito de The Animals, “The House of the Rising Sun”, sentada al piano con un vestido de gasa color palo rosa. Siete años más tarde, en el video de su canción “María Parado de Bellido”, perteneciente a su primer álbum lanzado hace un año, la artista empieza cantando con un sastre de tres piezas blanco oversized ―corbata incluida― y combat boots, en actitud desafiante y mucho más segura como performer.


En este segundo clip dirigido por Mateo Llosa ―cuya estética revela una inspiración en el trabajo de la productora catalana CANADA para los videoclips de Rosalía―, Renata homenajea, en clave de música urbana, la figura de una de sus heroínas favoritas de la historia del Perú, rodeada de una decena de bailarinas. Más allá de los años de diferencia entre una producción y otra ―y del salto estético que evidencia la presencia de todo un equipo detrás de la artista―, lo más resaltante de la evolución de Renata es haber pasado de los covers a las composiciones propias y utilizar su música como medio de protesta. Renata aborda en sus letras asuntos que la compelen, y que van desde la discriminación, el acceso a la educación por parte de las poblaciones rurales y el bullying hasta la violencia contra la mujer y la corrupción. Sin embargo, un aspecto de su quehacer musical se ha mantenido constante: la decisión de cantar en quechua.






EL QUECHUA COMO OPORTUNIDAD


Históricamente, la discriminación lingüística ha obligado a la población quechuahablante a relegar su lengua a espacios más íntimos, y ha desmotivado a las siguientes generaciones a hablarla por considerarla un lastre, una marca de retroceso y de inferioridad intelectual. Por eso resulta tan alentador ―y sintomático de un cambio― que personalidades como Renata, en vez de hallar solamente obstáculos, hayan encontrado en esta lengua una fuerza creadora, una fuente de éxito.


Inteligentemente y gracias a la asesoría de su madre y manager, Patricia Rivera, a quien la misma Renata se refiere como “una visionaria”, la artista le ha dado vuelta al estigma: ha sabido usar a su favor una lengua marginalizada, logrando no solo ponerla en valor, sino convertirla en una de sus características diferenciales, una que le ha permitido destacar entre la constelación de artistas locales de su generación. “El quechua me ha abierto muchísimas puertas. Ha sido la decisión más correcta que he tomado en toda mi vida”, asegura desde su natal Huamanga, en Ayacucho, durante nuestra conversación, consciente del impacto de esta elección en la exposición mediática que ha tenido. “Es parte de mi proceso de composición y, además, con él puedo expresar más de lo que en español podría. Y… No sé, lo siento más íntimo, ¿no?”, reflexiona.


Pero la lengua andina no es el idioma materno de Renata; tampoco se la enseñaron en el colegio ni se considera una experta en la materia. “Yo diría que es un intermedio”, responde cuando le pregunto acerca de su autopercepción sobre su nivel de quechua. Su curiosidad por la lengua de sus abuelos empezó a despertar cuando era niña y los oía hablar entre ellos. Más adelante, incentivada por su mamá, traduciría las letras de sus primeros covers con ayuda de su abuelita.






Esta curiosidad se convirtió en un sentido de responsabilidad que le ha ayudado a entender su legado y las problemáticas de su pueblo (que “ha sufrido cientos de Taratas”, como dice Renata en su canción “La América que se olvida”). Y este sentido de responsabilidad no solo la ha llevado a tomar clases de quechua en el instituto de idiomas de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, sino a dedicarse parcialmente a incentivar el uso del quechua en los niños y jóvenes a través de la música. Su participación en la conducción del programa de TV Perú Miski Takiy, el festival Pitaq Kani o la iniciativa “Los jóvenes también hablamos quechua”, ganadora de un estímulo económico del Ministerio de Cultura, son algunas muestras.


“Si vas a usar tu idioma original solo para el folclor, el quechua va a morir en su propia cárcel”, afirmaba acertadamente Fredy Ortiz, vocalista de la banda ayacuchana de rock en quechua Uchpa, en el minidocumental ¿Quién soy?, dirigido por Luis Guerrero Negreiros, que cuenta la historia de Renata. Otro aporte de la cantante al quechua, más allá de su revalorización, es justamente haberle quitado la etiqueta de “folclórico”, sacándolo de la esfera doméstica o la académica, para colocarlo en el escenario musical contemporáneo, con los códigos propios de la actualidad. Al incorporar samples de sonidos tradicionales y utilizar instrumentos típicamente andinos sobre bases de hip hop, Renata desafía otros estereotipos asociados al idioma y la cultura quechuas ―construidos sobre conceptos como la pureza y la ancestralidad―, y permite acercarlos a las nuevas generaciones a las que se les ha negado esa herencia a través de los ritmos que estas escuchan y bailan.



COMPROMISO FUTURO


En lo que va del año, Renata ha realizado el primer concierto en el Perú de su disco debut, “Isqun”, en un concierto en el MALI (ya lo había presentado antes en México, EE.UU. y Canadá); ha colaborado con las también jóvenes cantantes peruanas Wendy Sulca y Naysha, y ha seguido trabajando como embajadora de distintas iniciativas y marcas globales. Pero, sobre todo, se ha dedicado a terminar de grabar su nuevo EP, que estrenará próximamente. El primer single que se desprende de este trabajo discográfico es una colaboración con Los Mirlos. Es la primera vez que la icónica agrupación realiza una colaboración con un artista peruano, para lo cual Renata viajó diez horas en bote hacia la localidad de Intuto, en Loreto, donde conoció a Amadeo García García, el último hablante de la lengua taushiro, una de las lenguas originarias de nuestro país en serio peligro de extinción.






Sobre su nuevo EP, asegura que “es diferente de lo que he venido haciendo”. “Siempre me gusta estar experimentando, probando. Creo que de eso se trata”, afirma la cantautora. Desde su home studio en Ayacucho, Renata repasa sus planes futuros, con la ambición y la dulzura que también la caracterizan. “Me gustaría participar en Viña del Mar”, revela. “También están los Grammys…”, agrega, y habla de lo positivo de que poco a poco sean más los artistas que hacen música en quechua, “porque representa nuestra tierra, quienes somos”.


“Creo que si somos muchísimos más vamos a poder lograr incluso una categoría del Grammy de música andina o quechua”, augura con entusiasmo. Por su parte, Renata ha demostrado que está comprometida con la causa. Y, sobre todo, con su propia voz.




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