Entre las montañas del Valle de Urubamba en Cusco, la creadora de contenido de viajes
Maud Gurunlian ha hecho realidad un proyecto muy personal: una casa que refleja su conexión
con la naturaleza.
Más que un lugar de temporada, es un espacio pensado para compartir y disfrutar
la esencia del entorno.
Conocida por su estilo genuino y su pasión por explorar el Perú, Maud Gurunlian acaba de culminar un proyecto soñado: una casa en el encantador Valle de Urubamba, donde las terrazas verdes, los cielos diáfanos y los ríos serpenteantes reflejan la serenidad del entorno. La influencer y creadora de contenido de la cuenta de Instagram Buen viaje con Maud (que recientemente ha estrenado un espacio en televisión por RPP) quiso crear un sitio que fusionara su esencia personal con el anhelo de compartir un ambiente acogedor y diseñado al detalle.
“Siempre ha sido mi sueño tener un espacio propio en el valle. Es mi lugar favorito en el mundo”, cuenta Maud. El proyecto tomó forma en Huayoccari, a veinte minutos de Calca, un enclave elevado con vistas privilegiadas. La conexión de Maud con la zona se remonta a la pandemia, cuando vivió temporalmente en un condominio diseñado por el mismo arquitecto responsable de su actual hogar.
“Siempre ha sido mi sueño tener un espacio propio en el valle. Es mi lugar favorito en el mundo”, confiesa Maud,
quien se involucró en cada detalle del diseño y la decoración de su casa.
Casa Raíces no solo está construida con materiales locales, sino que refleja una filosofía de vida conectada con la tierra,
el entorno y lo esencial.
“Me encantó el diseño, muy funcional y con un enfoque en materiales y técnicas locales”, recuerda. Años después, cuando surgió la oportunidad de construir, no lo dudó: ya había sido conquistada por el lugar.
El proceso de creación fue un viaje de atención al detalle. Aunque la estructura avanzó con facilidad gracias a la experiencia del equipo en este tipo de condominios, Maud se involucró personalmente en las decisiones finales. “Personalicé todo. Cambié el concreto gris por blanco, el clásico piso pastelero por travertino, y el color del barro en las paredes lo aclaramos hasta lograr un tono naranjita”, explica.
La distribución de la casa, con tres niveles adaptados al terreno en pendiente, está pensada para ofrecer comodidad y vistas espectaculares. Se ingresa por el tercer piso, donde hay un dormitorio con cama grande y camarote. En el segundo nivel, una acogedora sala de estar se abre hacia las montañas a través de una mampara de vidrio, y dos habitaciones con baño propio cuentan con balcones privados. El primer piso alberga el área social principal. Sala, comedor, cocina abierta y una terraza que es, según Maud, el corazón de la casa. “Dividí la terraza en tres ambientes distintos para poder relajarse, compartir y disfrutar mejor del paisaje”, agrega.
Ubicada en Huayoccari, a veinte minutos de Calca, la casa goza de una vista privilegiada del Valle Sagrado,
con montañas majestuosas y cielos abiertos que se cuelan por cada ventana.
La decoración, otro de sus grandes intereses, fue completamente obra suya. La casa está marcada por tonos tierra, donde los colores suaves dominan y crean una sensación de armonía. “Siempre mantengo una paleta reducida para evitar demasiado contraste”, sostiene. Entre los detalles que dan carácter al espacio están las cortinas de yute —con cintas incaicas adquiridas en Písac— , las cabeceras de cama forradas con mantos tejidos y los muebles de madera hechos a medida por artesanos de la zona.
Este no solo es un refugio personal. Maud también lo pensó como un espacio que otras personas pudieran alquilar y así disfrutar plenamente del entorno. “No tenía la posibilidad de hacer una casa solo para mí, pero quería crear un lugar con detalles muy personales que también pudiera compartir con otras personas”, dice. Este enfoque le permitió construir una morada que reflejara su estilo y, al mismo tiempo, ofrecerla como una experiencia única para quienes, como ella, buscan una estancia especial en el corazón del Valle Sagrado.
Con tres niveles adaptados a la pendiente del terreno, cada piso ofrece una experiencia distinta: desde dormitorios íntimos con balcones privados
hasta una sala que se abre a las montañas. Maud apostó por una paleta de tonos tierra y elementos naturales como cortinas de yute, cabeceras forradas
con tejidos andinos y muebles hechos a medida por artesanos locales.
“Cuando las personas llegan, sienten que están en un lugar hecho con dedicación, y eso lo hace más acogedor”, comparte Maud. Incluso el nombre de la casa, Raíces, refuerza ese concepto. Originalmente, fue la denominación de una marca de ropa que Maud creó, elaborada con algodón orgánico y tintes naturales, con la intención de volver a lo esencial y honrar el origen de cada material. Aunque el proyecto no continuó, el nombre quedó como un símbolo de su deseo constante de conectarse con la naturaleza. Para Maud, Casa Raíces es parte de una filosofía de vida que impregna su trabajo y sus espacios, siempre guiada por la búsqueda de lo auténtico y natural.
En Casa Raíces, cada detalle refleja la visión de Maud Gurunlian: un equilibrio entre lo personal y lo compartido, donde la conexión con la naturaleza se convierte en una experiencia tangible. Un lugar diseñado con sensibilidad, respeto por el entorno y un profundo deseo de volver a lo esencial.