Sentirse “quemado” es más que un decir y puede referirse a una situación bastante literal.
La cronificación del estrés laboral que da lugar a una sensación de agotamiento generalizado,
y que tiene repercusiones serias en nuestra salud física y mental, tiene un nombre:
síndrome de burnout.
A continuación, cómo identificarlo y qué hacer para mitigarlo.
Abrir los ojos antes de tiempo. Agarrar el celular sin haberse incorporado en la cama para ver los mails que entraron durante la noche, o sentarse frente a una laptop como primera cosa de la mañana. Comer y redactar un correo a la vez. Chatear y permanecer sentado por más de seis horas. Estar conectados y on call todo el día. Negarnos a decir que no. Dejar de pedir ayuda. Priorizar el trabajo por sobre todas las cosas.
Esta rutina —sí, así de intensa y fría— es seguida por la mayoría de las personas que forman parte de un ámbito laboral. El día a día, alejados de la naturaleza y de espacios ricos en ocio, es casi una normalidad, lo que activa un problema que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), está aumentando.
El burnout o síndrome de desgaste profesional (reconocido así por la OMS) es un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado, principalmente, por estrés crónico relacionado con el trabajo o los estudios. No es sentirse cansado; va mucho más allá. “Es un estado en el que uno se siente exhausto y no puede ser eficiente. Es casi imposible concentrarse, hay desgano y tristeza”, explica la psicoterapeuta peruana Yael Valdés. A nivel de comportamiento, la personalidad cambia y puede notarse mayor irritabilidad, frustración y el endurecimiento del trato. A nivel físico, la cosa es aún más problemática: “Trae fatiga, dolores musculares, ansiedad, problemas de sueño e incluso gatilla enfermedades”, precisa Valdés.
UN NUEVO MUNDO DE ESTRÉS
El término burnout se escuchó por primera vez en la década de los setenta gracias al psicólogo Herbert Freudenberg. Sin embargo, comenzó a ser estudiado (y comprendido) más a fondo desde los noventa. Ahora se sabe que casi el 10% de la población lo padece. Según el libro Job Burnout, el síndrome se desata debido a demandas laborales excesivas, falta de apoyo social y recompensas insuficientes. A eso hay que sumarle que las herramientas actuales, que teóricamente se crearon para ayudarnos a ser más eficaces en el trabajo, nos están jugando en contra.
“Es más difícil establecer límites”, explica Valdés. “Con la tecnología, estamos conectados todo el día. Los horarios de trabajo no están del todo claros. Además, existen más medios de comunicación debido a las redes sociales”, agrega la especialista. Esto hace que los espacios de relajo sean devorados por el trabajo y que priorizar nuestra calma siempre quede en segundo plano.
Se trata de un mal silencioso, que aparece de manera sigilosa en nuestras vidas. Exige que llevemos nuestro cuerpo y mente a niveles de estrés nada saludables. Según la OMS, quienes están más expuestos son quienes trabajan en salud, educación y servicio al cliente. Sin embargo, nadie está exonerado de padecerlo si es que los malos ingredientes se mezclan.
CÓMO EVITARLO
Yael Valdés sugiere que empecemos por cambios simples y sencillos, como dejar de llevar el celular en la mano cada vez que tenemos que movernos un momento. Hacer respetar los horarios de trabajo y aprender a delegar son excelentes consejos que pueden parecer difíciles de implementar, pero hacer pequeños esfuerzos por ir ganando esos espacios es necesario. Por otro lado, hacer deporte regularmente y no abusar de las redes sociales siempre serán grandes ideas que sí dependen de nuestra voluntad.
Del mismo modo, la psicoterapeuta enfatiza la importancia de contar con un espacio de desfogue o de conexión interpersonal. “Puede ser un psicólogo, pero también puede ser nuestra familia, amigos. Para reducir el estrés, es clave contar con nuestra tribu”, asegura.
Existen muchas actividades que se pueden realizar y que no necesitan demasiado tiempo libre: pintar, leer, incluso darnos el tiempo para escuchar concentrados un pódcast de un tema que nos interese. Y lo más importante, dice la especialista, es “dejar de criticarnos tanto”. El que mucha perfección pretende abarcar puede terminar soltándolo todo.