Enumerar las películas y las series de televisión en las que ha participado sería una tarea
engorrosa por lo largo de la lista, que incluye una obra de teatro sobre su experiencia con el cáncer
y su performance en el videoclip de una canción suya.
Le han dicho que tiene distintas condiciones mentales desde que es muy chica, pero está cansada
de las etiquetas. Es una de las famosas peruanas más queridas y ella retribuye ese cariño con su labor
filantrópica y gran sentido del humor.
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El rostro se le ilumina con una sonrisa de oreja a oreja cuando menciona su edad: cuarenta y un años. “¡Es una edad fantástica!”, dice Anahí, y lo que más le gusta de ella es la tranquilidad, la pausa. “Disfruto mucho de mi trabajo, de mí, mi cabeza está tranquila”. Momentos antes, le había dicho que la notaba muy determinada y decidida. “Es por la edad…”.
Determinación para escribir un libro muy personal, a manera de purga, titulado Fuck cáncer, en honor la enfermedad que padeció; determinación para interpretar la historia en el teatro, de la mano del reconocido director Josué Méndez, quien la animó a hacerlo; determinación para hacer canciones como “Distancia”, cuyo video es de una tonalidad gris, y cuya letra habla de “corazones mal curados”, de “luz que ni entra ni sale”, “de una distancia con el mundo”… Determinación para, mucho tiempo después, hace poquito, lanzar el video de su último single, “NLHO (No la hago olvidarte)”, un video con mucho color, donde predomina el rojo y la sensualidad; determinación para sacar adelante una fundación donde se da ayuda psicológica a mujeres con cáncer: Previene Perú. Entonces, uno se pregunta: ¿quién es Anahí de Cárdenas?
CONJUNTO Y BLUSA CAROLINA HERRERA / CORREA Y SACO MOZHDEH MATIN / ZAPATOS FERRAGAMO / JOYAS DE ADORNO / PULSERA STYLIST
'Desde hace algún tiempo decidí alejarme de las etiquetas'.
Ya sabemos que tiene cuarenta y un años, y que es feliz de tenerlos. También sabemos que es actriz, cantante, escritora y que le gusta ayudar a la gente. A los quince años empezó haciendo comerciales de televisión y luego, a los veinte, entró a trabajar como modelo en el programa de televisión Habacilar. Enumerar las series, telenovelas, películas y obras de teatro en las que ha actuado nos tomaría todo el espacio restante para esta nota, así que solo diremos que es una actriz muy querida en nuestro país. En plena pandemia, cuando ella sufría aún de cáncer, decidió que su regalo de cumpleaños sería dar a otros.
“Hicimos un concierto en el cual logramos recaudar cuatrocientos mil soles; la mitad la donamos a la Fundación Peruana de Cáncer, y la otra mitad al Banco de Alimentos. Fue un concierto de siete horas, se sumaron un montón de artistas, cantantes, actores… Fue bien bonito, bien chévere. A raíz de eso nace Previene Perú; al año siguiente, empezamos dar terapias gratuitas a mujeres con cáncer, trabajando de la mano de la Fundación Peruana de Cáncer y la Sociedad Peruana de Psicooncología”. “¿Crees que eres una buena persona?”, quiero saber. “Sí… O sea… Todos tenemos algo de malicia, ¿no?”, responde y agrega: “O sea, si me preguntas si iré al cielo o al infierno… Bueno, hay días en los que quizá respondería que me voy al infierno, pero la gran mayoría de días de mi vida me llevarían al cielo”.
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Confiesa ser un poco burlona con sus amigos y amigas. “A veces se han molestado y he tenido que pedir disculpas, más de las que quisiera admitir… Pero hay que asumir los errores, ¿no?”.
Anahí de Cárdenas está casada hace dos años con Elías, “un exabogado”, según sus palabras, cinco años menor que ella, que ahora se dedica a la venta del café orgánico, “superrico”. Dice que se trata de “un matrimonio recontra tranquilo”. ¿Eso es sinónimo de aburrido? Responde: “Cero, ¡cero! Al contrario, nos matamos de risa, viajamos un montón… Es tranquilo en el sentido de que no me genera estrés, dudas; es un amor tranquilo, lento, bonito, amable… Elías es mi mejor amigo, con quien me provoca más estar en la vida, en el mundo, y es mi amor, claro”.
Aún no tienen hijos, dice la actriz, pero le gustaría tenerlos, aunque ante la pregunta de si le gustan los niños responda con un “no” tajante, casi cómico, para luego añadir que “imagino que los míos sí me van a gustar, le tengo camote a los hijos de mis amigas, y a mis sobrinas”. Pero, eso sí, no los apachurra cuando los ve, “ese no es mi lenguaje de amor, no soy impositiva con el cariño, si se me acercan, bacán. A mí me gusta regalar cosas; si yo te regalo algo te estoy diciendo que te amo con locura”.
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En el año 2015, a mediados, reveló a través de un mensaje en Twitter que padecía trastorno límite de la personalidad y atravesaba episodios de depresión clínica. “Pero en realidad nunca fui diagnosticada, fue algo que se me dijo bien a la ligera, y yo lo tomé como una verdad absoluta, he cargado con eso toda mi vida… Pero ahora, ya de adulta, me vengo a enterar de que eso no es del todo cierto. La salud mental es muy compleja, y a mí me han dados muchos diagnósticos en mi vida, muchísimos, algunos equivocados, otros a medias… Entonces, desde hace algún tiempo decidí alejarme de las etiquetas. He estado medicada gran parte de mi vida, pero ya no tomo nada”.
“Desde que tengo como catorce años voy a terapia; he hecho psicoterapia, terapia cognitiva, conductual, terapia del arte, he hecho programación neurolingüística, una terapia más holística, de todo un poco”, explica Anahí. Nunca tomó ayahuasca, pero sí hongos un par de veces, y ambas le fue fatal. En todo caso, hoy está interesada en la microdosis de psilocibina: “Dicen que ayuda mucho para la ansiedad, no lo he hablado aún con mi psiquiatra”.
No medita con la constancia que quisiera, pero sí practica bastante deporte –“¡es como mi meditación!”, dice–. Abre mucho los ojos cuando le hago la última pregunta: “¿Cuál es el fin supremo de la vida, Anahí?”. Ella responde: “Guau, qué pregunta tan importante... No lo sé, estoy descubriéndolo, creo. Yo creo que estamos aquí para aprender. Pero también para disfrutar, para experimentar todas las emociones que podamos experimentar. Para vivir, ¿no? Hay que pasarla bien, hay que hacer todo lo que nos haga sentir bien. Claro, sin hacerle daño al otro. Y si la estás pasando mal, está bien que la pases mal, porque estás viviendo. Estás experimentando y eso finalmente te va a dar más herramientas para otros asuntos que puedan surgir en el futuro… ¿Qué pienso de la muerte? No creo que la vida se acabe con la muerte. Creo que simplemente es algo más que sucede en nuestra conciencia… Somos eternos, entonces”.
