Ana María Guiulfo

La colección esencial de la destacada diseñadora peruana,
directora de Ana G, transita entre las evocaciones personales
y la admiración por las culturas precolombinas.

Escultura de Silvia Westphalen

Cautiva por sus suaves ondulaciones y su sensación de movimiento, que contrastan con la rigidez del mármol.

Escultura italiana

Adquirida en la costa Amalfitana, representa el bien y el mal, la fuerza femenina y el misterio. Además, es un puente que conecta a la diseñadora con sus ancestros italianos.

El jarrón de la abuela

Con un diseño de girasoles azules que evocan los azulejos europeos, es una herencia invaluable. Inspira a pensar en Van Gogh, y es uno de los objetos favoritos de Ana María.

Cartera Nasca

Bordada a mano sobre telar andino, pertenece a la marca de la propia diseñadora. Reinterpreta el arte precolombino Nasca, rindiendo homenaje a la cultura peruana.

Muñecas Lanvin

De textura acaramelada, estas muñecas muestran que la elegancia está en la sencillez y remiten a la joie de vivre parisina. Cada una tiene su historia y su conexión.

Plato japonés

Este objeto —regalo de una querida amiga— evoca la finura y delicadeza del trabajo a mano japonés. Sorprende su acabado fino logrado en una delgadísima capa de madera.

Acuarela de Marcela Gutiérrez

Sus colores y la intensidad de la mirada la cautivaron. Además, el parecido con la propia Ana María lo convierte en un tesoro personal.

El arte de la cocina peruana

Más que un libro de cocina, un clásico gastronómico. Su autor es Tony Custer, esposo de Ana María, y tiene más de de 100 000 ejemplares vendidos y financió el programa Aprendamos Juntos de la Fundación Custer.

Tríptico de Rafael García Miró

Las puertas del garaje, además de un hermoso tríptico, es una explosión de color y movimiento. Sus trazos precisos y representaciones interminables parecen renovarse con el tiempo.