La directora ejecutiva de la agencia de comunicación y relaciones públicas Don’t Panic
ha convertido su departamento en el escenario de reuniones llenas de calidez y dedicación.
Con un estilo que combina herencias familiares y detalles modernos, Ana Rocío crea momentos
en los que la comida y la conversación se entrelazan.
Ana Rocío Modonese, amante de las reuniones sociales, ha hecho de su departamento en San Isidro el centro de encuentros cálidos y bien organizados. Desde que regresó al Perú hace diez años, después de una década viviendo en Barcelona, se ha dedicado a crear un ambiente acogedor y agradable para su familia y amigos. Su casa, ubicada en el primer piso de un condominio con un aspecto antiguo que siempre le fascinó, tiene un patio con un pequeño jardín donde organiza todo tipo de eventos, desde almuerzos y cenas hasta reuniones temáticas con una parrilla portátil.
Llegó a este lugar tras una búsqueda persistente, decidida a encontrar un espacio en este condominio. Tocó los timbres de todas las casas hasta que un inquilino le dijo que se mudaría pronto. Desde el primer día que llegó aquí, se dedicó a embellecer el área común —un corredor que conecta su casa con la puerta de entrada— llenándola de plantas. Ese espacio al aire libre se ha transformado en una extensión de su hogar. En una ocasión, para un cumpleaños, organizó una mesa que ocupó todo el pasaje, desde su puerta hasta la entrada del condominio.
Se enfoca más en ofrecer variedad de bocadillos. Para esta cena, algunos de los elegidos fueron el pastel de papa del Pan de la Chola,
hojas de parra y falafel de Siham’s, mousse de chocolate de Terra Verde, y quesos y fiambres de Deli France.
Al poco tiempo de mudarse, lo primero que compró fue la mesa donde hoy recibe a sus invitados. La tiene dispuesta en el corredor, junto a su jardín. Es el corazón de sus reuniones. Desde pequeña, Ana Rocío vio a su madre organizar encuentros en la casa familiar. Para ella, el acto de recibir a la gente y celebrar es más que un simple convite: es un ritual. Estas reuniones son su forma de liberar energía, de unir a las personas, de agradecer. Aunque disfruta de compartir la comida, lo que más valora son las largas sobremesas, esos momentos donde la conversación fluye y las conexiones se profundizan.
En su boda, se aseguró de que los 180 invitados se sentaran a la mesa. Para ella, que todos coman, conversen, beban vino y tengan el tiempo y el espacio para hacerlo es esencial. “Sentar a los invitados es una parte crucial del ritual de recibir, al igual que la conversación”, asegura. Poner la mesa con especial atención en los detalles es otro de los pasos que más disfruta. Le encanta darle color a través de los alimentos. Su estilo es sencillo y relajado, más enfocado en ofrecer una variedad de bocados para picar que en preparar platos elaborados, aunque ocasionalmente lo ha hecho. Algunas de sus preparaciones las encarga, como las hojas de parra o el falafel, mientras que otros ingredientes, como frutas y verduras, los selecciona personalmente en el mercado.
“Para ella, el acto de recibir a la gente y celebrar es más que un simple convite: es un ritual'.
Con el tiempo, ha aprendido a aprovechar al máximo todo lo que tiene. No reserva la vajilla para ocasiones especiales; la utiliza en cada oportunidad que se presenta. Muchos de los objetos que posee son herencias familiares, como bandejas de su madre y copas de su abuela, que combina con elementos modernos que encuentra en tiendas de retail. Le gusta darles nuevos usos, sacándolos de su contexto original y creando combinaciones que reflejan su estilo personal. Es minuciosa en los detalles y procura que todo luzca espectacular sin caer en la perfección. Aunque tiene un lado creativo, también se inspira en referentes que sigue de cerca –como Pepi de Boissieu y Laila Gohar– de donde extrae ideas frescas para sus reuniones. Y es que ser anfitriona es una extensión natural de su ser.