Por: Vania Dale / Fotografía: Isis Mur / Estilismo: Carlos Chung / Maquillaje y peinado: Mia Jimenez

Tres campeones de deportes acuáticos, Melanie Giunta, Andrea Hurtado y Lucca Mesinas, se reúnen a un lado del mar para conversar sobre sus logros, la competencia y su increíble vínculo con la naturaleza.

'¡Hombre libre, siempre amarás el mar!'

'El hombre y el mar', poema número XIV de Las Flores del Mal, de Charles Baudelaire.

No es de extrañar que un país con una costa privilegiada como el Perú sea cantera de una serie de deportistas acuáticos que destacan internacionalmente en distintas disciplinas. Uno de ellos es el campeón latinoamericano de surf y reciente primer puesto en el Ranking Norteamericano WSL, Lucca Mesinas, para quien la inmersión se basa en el respeto.

'Yo no domino el mar ni trabajo en equipo con él; yo lo respeto, respeto las olas', afirma. Lucca es uno de esos casos claros en que las condiciones del entorno influyen tremendamente en el ser humano. Técnicamente nació en Lima, sí, pero como él mismo dice, a los pocos meses de nacido sus papás lo 'llevaron a casa'; es decir, a Máncora, donde ellos vivían desde hace ya algún tiempo.

Desde que el surf se convirtió en deporte olímpico, sus metas cambiaron. Ahora la tiene clara. Está enfocado. Su objetivo: ganar los Panamericanos Lima 2019 y así conseguir un cupo para Tokio 2020.

Criaturas del agua

Lo mismo pretende la también campeona sudamericana de surf Melanie Giunta. Ambos coinciden, además, en que entrar en el mar implica desconectarse, que es una especie de paliativo momentáneo ante cualquier preocupación o problema. 'Cuando no ando entrenando o compitiendo y me meto en el mar solo por el hecho de que me gusta estar ahí, siento mucha paz. Me remite a cuando era chiquita y llegaba del colegio con mil cosas en la cabeza, directo a meterme en el mar, y apenas tocaba el agua se desvanecía todo ese estrés o esas preocupaciones que tenía y era feliz y estaba totalmente presente por unas horitas. El mar desde chiquita se convirtió en mi aliado, mi mejor amigo en las buenas y malas. Por eso, cada vez que entro o salgo del mar, le agradezco', cuenta Melanie.

Criaturas del agua

Bajo la superficie

Necesitamos del agua tanto como necesitamos del aire. Si hay algo que las grandes culturas comparten, es su origen que, de una u otra manera, es líquido: el ser humano nada en el vientre materno y las primeras civilizaciones surgieron junto a grandes ríos matrices. Por eso, por su asociación con la génesis de la vida, su carácter simbólico ha calado hondo tanto en la mitología como en la religión y en la literatura.

Andrea Hurtado, nadadora de Trujillo −justamente la tierra de los mochicas− y medallista de oro de los Juegos Sudamericanos de Cochabamba 2018, nunca ha nadado competitivamente en el mar. 'Mi mamá tiene miedo de que algo pueda pasarme, de que pueda ahogarme o algo por el estilo. A mí sí me gustaría, en algún momento, probar nadar en aguas abiertas', confiesa ella. Y aun así, Andrea todavía recuerda que, cuando niña, le daba miedo sumergirse en el agua. Cuenta que, cuando tenía 9 años, llevó natación en su colegio, y mientras todas sus amigas se divertían chapoteando, ella solo podía sentarse en el borde de la piscina y mojar sus pies. Todo cambió cuando su madre, por sugerencia de su profesor, la matriculó en una academia de natación. La conexión fue total. Para la religión sumergirse en el agua, durante el bautismo, es renacer. En el caso de Andrea podría decirse que lo fue. Nació una campeona.

Criaturas del agua

Miedo, respeto… ¿En qué radica la diferencia? La naturaleza 'tiene todo el poder. Tú lo único que puedes hacer es dejarte llevar, confiar y conectarte', opina Melanie. El mar constituye un reto, nos permite demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de grandes hazañas. Pero, a la vez, su inmensidad nos vuelve humildes, nos recuerda que la grandeza es, en verdad –y como lo dice Melanie–, suya.

Criaturas del agua

* Lee la nota completa en la edición de enero de Revista J.

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