¿Qué es vivir de cara al mar? Para la arquitecta Ruth Alvarado, es explorar la relación entre las dinámicas cotidianas y el paisaje, entender el entorno desde un diseño sostenible y también disfrutar de la vista y la brisa de los recuerdos.
Puede decirse que la infancia de Ruth Alvarado transcurrió frente al mar. Al menos es el mar lo que baña sus primeros recuerdos, los de esos largos veranos en que se mudaba con su familia a la playa. Eran meses intensos en un balneario donde las casas eran más bien rústicas y muy conectadas con la tierra; donde los niños vivían sin restricciones, sin peligro y sin muros, exploraban el desierto, caminaban hacia otras playas, pescaban. El paisaje los acogía y, a la vez, les abría los brazos para dejarlos ser. La playa era el hogar. 'Esa libertad sumada al sentido de pertenencia que se creó en mí de niña tienen mucho que ver con mi manera de enfrentar el trabajo', asegura la arquitecta, refiriéndose a una obra en la que la posibilidad de insertar una pieza en un paisaje −natural o urbano− con el respeto a las condiciones específicas del entorno, como si siempre hubiese estado ahí, ha sido un eje fundamental y una gran preocupación.
La arquitecta vive y trabaja frente al mar. Tanto su departamento de Lima como su estudio (ambos en edificios diseñados por ella misma) gozan de una mirada privilegiada sobre la Costa Verde. Pero es quizá su departamento en La Honda −esa hermosa y especial playa, un tanto escondida, como secreto costero entre las lomas desérticas de Lima−, el que explique mejor su intensa relación con el horizonte.
Arquitectura de vida
Ya había realizado varias intervenciones en La Honda, sobre todo remodelaciones, cuando a partir del cambio de reglamento que permitió la construcción de edificios multifamiliares de hasta cinco departamentos, diseñó el que contiene el suyo, que se construyó en el 2007. El concepto del departamento recuerda a una bisagra: hay dos alas, una que incluye el área social y el dormitorio principal; otra en la que se encuentran los dormitorios y baños de los hijos, y la cocina como punto de encuentro. 'Quise dar la posibilidad de que se viviera de dos maneras, ya sea la familia completa, o solo mi pareja y yo viviendo una parte del departamento con la cocina como centro de reunión', explica Ruth.
En este versátil departamento, el comedor es, pues, también su lugar de trabajo, y la cocina muchas veces recibe a sus amigos para tomar un café o cocinar juntos. Los hijos se van turnando los dormitorios 'y es muy libre en ese sentido', asegura la arquitecta, 'todo el mundo entra y sale y no hay restricciones, ni un ambiente funciona solo para una cosa'. A la terraza llega el luminoso sol de la mañana, pero en la tarde es sombreada y fresca, y se convierte en un sitio ideal para leer. 'Y así vamos encontrando los lugares', explica.
Encontrar a Ruth Alvarado una tarde de verano avanzando algún anteproyecto sobre la mesa del comedor de La Honda no es raro. 'Estar confrontada con la vastedad del mar es algo bien inspirador', me contó tiempo atrás. Su espacio de playa es, principalmente, un lugar que le hace sentir bien, y eso es sumamente importante para ella. Si bien la luz y el paisaje son presencias constantes en todos sus espacios personales, e incluso son elementos imprescindibles para que ella pueda habitarlos, este departamento tiene algo más: una manera simple y libre de vivirse que probablemente quiera evocar aquellos primeros veranos de la infancia.
*Lee la nota completa en la edición de enero de Revista J.