Por: Gabriela Ramos / Fotos: Renzo Cipolla / Estilismo: Sara Vilchez

Después de una temporada de premios que sorprendió a más de uno, y en medio de la polémica local por la calidad y variedad del cine peruano, conversamos con seis cineastas jóvenes e independientes, exponentes de una generación, cuyas propuestas reflejan –cada una a su manera y según su propia estética– los principales tópicos de sus tiempos.



Felipe Esparza

En Beijing no solo están bloqueadas algunas redes sociales, como WhatsApp o Facebook, sino que también es complicado salir con cámara en mano e iniciar un rodaje en la vía pública. Pero eso no detiene a Felipe Esparza, quien, fiel a su estilo experimental y a su afición por los mitos ancestrales y el pensamiento mágico, filmará en esa ciudad un corto (en el que se entremezclan elementos tan disímiles como un templo budista, la inteligencia artificial y los rituales religiosos), como parte del programa que está llevando en la prestigiosa escuela francesa de posgrado Le Fresnoy, en el que cada año los alumnos deben elaborar un proyecto nuevo. El 2019, por ejemplo, tuvo que abocarse a la producción de Laguna negra, un cortometraje en que despliega nuevamente los tópicos de su interés a través de la narración visual de la relación entre una niña y su abuelo. Fue presentado recientemente en la sección Voices del FesFestival Internacional de Cine de Rotterdam, y en septiembre llegará al Festival Internacional Lima Alterna.

Aunque tiene más de una decena de cortometrajes en su haber, Felipe no sabe a ciencia cierta cuándo fue que empezó a hacer cine. Involucrado en el mundo de la fotografía y el diseño gráfico desde que empezó a estudiar Comunicaciones en la UPC, su estilo empezó a definirse mientras registraba las atmósferas y realidades que capturaba su lente, y que casi siempre tenían que ver con rituales y ceremonias religiosas. “Mi dinámica mezcla un poco documental y ficción. Cuando vas a un sitio y capturas lo que está pasando ahí, generas una especie de conocimiento. Eres tú cruzándote con esa información y traduciéndola en algo”, describe el director sobre la mística de su trabajo.





Andrea Hoyos

Es la persona más joven en ganar el Concurso Nacional de Proyectos de Largometraje de Ficción del fondo DAFO del Ministerio de Cultura. Andrea supo, desde pequeña, cuando veía películas de Disney y Tim Burton, que su futuro estaba en el mundo del cine. Por eso decidió estudiar Dirección y Realización de Cine y TV en EPIC, proceso durante el cual nacieron las ideas iniciales para proyectos como Arrecifes, ganador del Concurso Nacional de Cortometrajes, y su primer largo, Autoerótica, que relata el despertar sexual de una adolescente de 15 años.

La película posee una fuerte esencia femenina en parte por la historia y en parte por cómo fue producida: para el rodaje, la directora apostó por seguir sus convicciones y hacer que la mayor parte del equipo estuviera compuesto por mujeres. “En las escuelas, por estadística, entran más mujeres que hombres. Eso quiere decir que hay muchas mujeres preparadas, pero cuando salen al mundo laboral no tienen la acogida que tienen los directores hombres”, opina. La cinta se encuentra en etapa de post producción y “la meta es estrenarla hacia fin de año tanto en salas como en festivales”.

Este es solo el primer paso de una carrera prometedora para Andrea: Además de ser docente en EPIC, se encuentra en la etapa de escritura de su próximo largometraje, en el que, nuevamente, los temas girarán en torno a la adolescencia, al universo femenino y a la diversidad sexual.





Salomon Perez

Hasta hace no muchos años, Salomón Pérez era un adolescente trujillano que se abría paso hacia la adultez montado sobre un skate. Gracias a esa afición, aprendió a utilizar una cámara para registrar sus piruetas. Tras graduarse de la carrera de Comunicaciones, viajó a Suiza a cursar el programa de Cine de la Escuela Cantonal de Arte de Lausana.

La escuela le abrió las puertas al mundo: pudo realizar intercambios en las prestigiosas L’inis, en Canadá, y La Fémis, en Francia. La enseñanza, además, era bastante didáctica: cada semestre significaba un nuevo proyecto. Para su último año, Salomón tenía en mente una historia sobre un grupo de marcas en Trujillo; pero cuando llegó a rodar a la Ciudad de la Primavera, se dio con que el Fenómeno del Niño había ocasionado huaycos que la habían inundado. Terminó grabando un documental. La historia quebrada, narra –justamente– su experiencia: la de un joven cineasta y una historia rota.

Aunque estaba seguro de que Suiza le ofrecía excelentes oportunidades para hacer lo que amaba, al terminar la escuela, “me di cuenta de que no encontraba las historias que quería contar. Tenía que volver a Trujillo”.

Ya en el Perú empezó a filmar En medio del laberinto, una cinta que tuvo un proceso creativo particular: Salomón registró, por fragmentos, representaciones basadas de su vida cuando montaba skate; y, mientras grababa, editaba. Fue recién en la última semana que escribió la ficción que unió todas esas piezas. Aunque atípica –o tal vez justamente por eso–, la película ha sido un éxito en festivales como el de Mar del Plata y Rotterdam.

Ahora Salomón se encuentra escribiendo su siguiente largometraje. “Mi prioridad es hacer cine. Para eso volví”, afirma enfáticamente.





Francesca Canepa

Siempre fue una persona creativa y observadora. De pequeña, una de sus aficiones era imaginar la vida de las personas que se cruzaban por su camino. “Trataba de entender lo que me rodeaba, supongo”, intenta explicar la directora.

Ahora (con una Licenciatura en Cine en la Universidad Paul Valéry de Montpellier, un máster en Dirección Cinematográfica de la ESCAC de Barcelona y otro de Dirección de Cine que está en curso, en la escuela EFTI de Madrid) cuenta historias de personajes que “suelen estar en un momento crítico en el que tienen que tomar una decisión que afectará el resto de su vida”.

En Aya, su primer cortometraje (que fue presentado en el Short Film Corner de Cannes y resultó ganador en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara y el Festival Cinelatino de Toulouse, entre otros), relata en quechua la historia de un niño que es expuesto al trabajo infantil con el fin de cumplir el último deseo de su madre. Para rodarlo, viajó a Cuzco, y en solo cuatro días tuvo que encontrar actores, equipo técnico y locaciones. “El paisaje es muy importante para mí porque tiene el rol psicosomático. Es un personaje más y tiene un carácter expresivo: a veces embellece; otras, contrasta; a veces transmite las sensaciones y sentimientos de los propios personajes”.

Francesca se encuentra ahora en Berlín, presentando El silencio del río, el único corto peruano que, al cierre de esta edición, habrá competido en la sección Generation Kplus de la Berlinale. En esta ficción, el Amazonas y todo el misterio de la selva sirven como trasfondo onírico para dar vida a la historia de Juan, un niño que decide seguir con una tradición familiar para poder pasar más tiempo con su padre.

Mientras divide su tiempo entre clases, su proyecto de fin de máster un cortometraje llamado La promesa y la escritura nocturna, la cineasta empieza a concebir su primer largometraje: Belén. Estén atentos.




Franco Finocchiaro

Luego de diez años de trayectoria –en los que ha trabajado en tres cortos, un mediometraje documental, varios videoclips, decenas de comerciales, y recientemente un largometraje–, podemos decir que Franco sabe lo que es abrirse camino con recursos propios en el mundo del cine independiente, un territorio que en nuestro país podría considerarse casi agreste.

Apasionado de la literatura, la fotografía y la música, en su caso el cine se presentó como una alternativa natural para englobar sus aficiones. El director, considerado una de las veinte promesas del Cine Iberoamericano en el Festival de Cine de Málaga 2018, estudió Comunicaciones en la Universidad de Lima, donde empezó a concebir historias inspiradas en su propia existencia. “Si bien ya no soy adolescente, esta etapa de mi vida me marcó bastante”, comenta. Y, de hecho, en Larga distancia, su ópera prima, se deja ver esta influencia. “Es una historia de una familia marcada por la ausencia materna; hay amor, crisis, traición, intensidad, bicicletas y bastante Facebook, mucha cultura pop”, explica sobre los principales elementos de la trama.

Concretar este proyecto, que llegará por fin a las salas comerciales este 21 de mayo, le tomó alrededor de cuatro años. “Es importante que las películas independientes se estrenen comercialmente, eso cierra el círculo”, opina el director, quien ha podido lograrlo gracias a que ganó el fondo DAFO en el 2018 para financiar el proceso de posproducción y difusión.

“Creo que Larga distancia es una película de autor con aspiraciones comerciales, y que no subestima a la audiencia”, piensa Franco, quien más de una vez ha sentido que su filme es un híbrido que no encaja del todo ni con las expectativas de lo que conocemos como cine comercial ni con las de los festivales. El hecho de que una cinta “hecha por diez personas, entre ellos mis amigos, y con un presupuesto limitado, pueda estar en cines compitiendo con otras megaproducciones” dice mucho de esta mezcla original y difícil de encasillar que ha creado, y que tiene su sello en cada aspecto.





Mateo Krysten

Antes de descubrir su verdadera vocación, pasó por Antropología, Literatura y hasta Medicina: aunque siempre fue admirador de las buenas películas, su sueño desde pequeño era convertirse en doctor. Fue recién a los 22 años que empezó a estudiar Dirección y Realización de Cine y TV en EPIC.

Desde entonces, ha filmado cortometrajes como El disfraz equivocado, que fue presentado en el Short Film Corner del Festival de Cannes (2016) y ganó en la categoría Mejor Corto de Ficción del Festival de Cine de Lima del mismo año; y Pareciera que amanece, ganador del fondo DAFO 2017, que participó en diversos festivales en Lima, Madrid y Buenos Aires. Sin embargo, quizá el proyecto más atrevido de Mateo recién comienza a cobrar forma: Palabras urgentes es un corto que aborda desde una perspectiva satírica la idea de lo que solemos entender los peruanos por patriotismo, y que fue uno de los proyectos ganadores del concurso Cortometrajes del Bicentenario, organizado por el Ministerio de Cultura a propósito del 200.º aniversario de nuestra independencia.

“Es una mirada reflexiva pero divertida de todas esas solemnidades que nos enseñaron en el colegio, como cantar el himno, cortarse el pelo, participar en el desfile de 28 de julio, etcétera”, apunta Mateo, que escribió esta historia junto con su amigo Sergio Fernández, quien estudió en su mismo colegio y vivió experiencias similares. El cortometraje se estrenará en el 2021 durante el Festival Cinesuyo, en Cuzco. En paralelo, aunque sin apuros, Mateo empieza a gestar lo que será su primer largometraje. Lo mejor está aún por venir.


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