Por: Adriana Garavito / Fotos: Jacques Ferrand / Estilismo: Sara Vílchez / Asistencia de foto: Janis Eglitis y Daniel Cabrera / Asistencia de styling: Camila de Jesús / Maquillaje y peinado: Olga Soncco

Conversamos con Norma Martínez, quien se encuentra abocada a su productora de teatro, a la conducción de Sucedió en el Perú y a las grabaciones de la serie Princesas, próxima a estrenarse. En esta entrevista, la multifacética artista reflexionó sobre el éxito, las buenas noticias, la meditación y la importancia de v er el mundo desde la empatía.




A Norma Martínez le gusta pasar inadvertida. Cuando se sienta –por ejemplo– en un café, sabe que una que otra mirada la reconoce, que quizá algunos le sonreirán de lejos, pero que no son demasiados los que se acercarán a entablar diálogo. Ella está convencida de que es una cuestión de energía, y que la suya envía ese mensaje. “Cuando uno quiere pasar caleta puede pasar caleta”, dice. Y agrega: “La discreción es una bonita virtud”. Así, la actriz, directora y conductora, más que agente activo, es testigo de lo que sucede a su alrededor. Ese es su rol favorito. Por eso, lleva siempre en su bolso una libretita y un lapicero, una costumbre que en los tiempos actuales puede parecer arcaica, pero que va acorde con su personalidad: Norma es atenta, estudiosa, meticulosa, curiosa y precisa. Es de aquellas personas que no están satisfechas con lo que saben y que siempre necesitan un poco más. “No me gusta decir que alguien se rompió un hueso de la pierna. Me gusta nombrar el hueso exacto. Quiero saber de todo”, confiesa.

En ese sentido, la conducción del programa de TV Perú Sucedió en el Perú le vino como anillo al dedo. En este, su gusto por observar y su pasión por saber se complementan. El programa –que tiene dos décadas al aire, que ella conduce desde hace ocho años y que acaba de ganar un Premio Luces (“Me sorprende que haya sido la primera vez que nominan al programa, pero estamos más que felices con el reconocimiento”, acota)– es una especie de herramienta que le permite tener una mirada más empática hacia una ciudad tan convulsionada como Lima. “Contar historias de personas que quizá no ganaron fama, pero que lograron cosas espectaculares me ha dado la oportunidad de conocer de verdad nuestra propia historia”, comenta. “Además, me ha dado otra perspectiva: gracias a él he podido tomar distancia y notar que todo lo que somos ahora es una consecuencia de nuestro pasado. He podido formar una mirada más empática y amorosa”.


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¿Cómo te sientes con nuestra situación política actual desde que tienes este punto de vista más empático?

Es triste. Pero yo siento que por muchos años nos convencieron de que hacer política era ser casi un terrorista. Creo que es momento de darnos cuenta de cuál es nuestro rol en la política. Para mí se hace política todo el tiempo y la hacemos con cosas tan sencillas como respetar la luz ámbar, dar pase al peatón, pagar arbitrios, no comprar con facturas cuando no corresponde… Hay mil formas de involucrarnos. En cada gesto cotidiano se puede construir ciudadanía.


¿Te consideras una persona reflexiva o hay en ti un lado más iracundo?

Puedo ser iracunda, como todos. Pero creo que en líneas generales no reacciono por puro impulso; creo que tengo la capacidad de respirar. Lo que pasa es que a veces es imposible reaccionar en esta ciudad. No puedo caminar por la madrugada tranquila. Hay una dosis de violencia diaria que es difícil de manejar. Además, me parece que existe una paranoia constante impuesta por la mayoría de los medios de comunicación, y que por eso vivimos con tanto miedo y a la defensiva.


¿Con Sucedió en el Perú estás aportando un granito de arena a la sociedad peruana?

Si no lo aportamos, al menos estoy convencida de que no somos parte del grupo que la contamina. En el programa tenemos muy claro de qué queremos formar parte, y yo estoy muy interesada en dedicar mi tiempo y experiencia a lo que considero es más constructivo que destructivo, porque la verdad es esta: o eres parte de una cosa o de la otra. Tienes que saber dónde estás parado, ver qué tipo de peruano quieres ser.


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Sobre las tablas

Norma quiere ser un tipo de persona que trabaja en pos del bien común. Considera que, de alguna manera, lo hace: no solo desde la conducción, sino, por supuesto, desde el teatro. Las obras que elige con Animalien, la productora que dirige junto con Fiorella Pennano, narran temas que considera de interés y que contienen mensajes importantes. “Son obras que nos hablan a nosotros”, comenta. Y que ella quiere que queden marcadas de alguna manera en los espectadores, que los interpelen. Por eso es que el trabajo detrás de ellas es intenso. Norma piensa en el montaje, en el concepto y hasta en la música. “Mi intención es crear una experiencia total. No me interesa ir al teatro como quien va a la oficina”, enfatiza.

Cuando trabaja, su mente no para: viaja, imagina, visualiza y luego plasma. Pero una vez al día su mente sí se relaja a través de la meditación, práctica que realiza desde hace diez años. Asegura que es otra de esas herramientas que le ha enseñado a mirar el mundo de otra manera. No llevó ningún curso en especial, solo tuvo la disciplina de sentarse todos los días a respirar con calma, y tiene la ligera impresión de que ha sido esa constancia la que la ha situado donde está, incluidos sus viajes y presentaciones con Solo cosas geniales, obra que aborda la depresión desde un punto de vista más generoso; una puesta en escena que ha sido considerada una de las mejores del año pasado.




¿Crees que estas ganas de vivir tranquila te condujeron a hacer solo cosas geniales?

Esa obra ha sido un regalo. La primera vez que la leí pensé que todos los que fueran al teatro terminaríamos abrazándonos… y sí, la gente llora, ríe. Pasa algo muy bonito: se genera una comunidad. Es una obra muy poderosa y es bonita porque las cosas geniales son justamente las cosas “sencillas”: tu familia, sacar el pie de la cama y caminar, un airecito en pleno verano. Eso es lo que importa, creo yo. Hoy en día andamos preocupados por cosas que realmente no importan. Es necesario abrir los ojos y ver lo que nos mantiene vivos.


¿Has cambiado mucho con el paso del tiempo?

Cuando era niña siempre escuchaba que mi generación cambiaría el mundo. Y yo quería eso: cambiar el mundo. Crecí con ese rollo metido en la cabeza, pero me di cuenta de que para hacerlo primero tenía que cambiar yo. Sé que estas cosas se repiten todo el tiempo, pero es que es una verdad: nosotros creamos nuestra propia realidad y todo depende de cómo queremos gestionar nuestros impulsos.


¿Estás feliz?

Sí, excepto cuando me despierto muy temprano –bromea–. Me despierto tranquila. Estoy en un momento de mi vida en el que me siento más alineada, con un objetivo más claro.


¿Hacia dónde vas?

Ahora confío en un poder superior que me llevará donde tengo que ir. Ya no siento que mi identidad está ligada al hecho de ser actriz. Estoy mirando el mundo y me siento agradecida por lo que tengo.


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