“Ya no se trata de hacer check en un bucket list, sino de priorizar experiencias que nos impactan de
manera positiva y duradera”.
Por Natalia Ordóñez, consultora en marketing y estrategia de negocios, y fundadora del travel concierge Be Part of the Journey.
Hace casi trece años empecé a entrevistar personalmente a mis clientes antes de diseñarles un viaje. En ese entonces, la mayoría de los peruanos viajaban con menor frecuencia y los destinos “exóticos” que elegían solían ser lugares icónicos como China, India o Egipto. Hoy, la manera en que entendemos el viaje ha cambiado profundamente: ya no se trata de hacer check en un bucket list, sino de priorizar aquellas experiencias que nos pueden impactar de manera positiva y duradera.
Tanya Pergola, doctora en Sociología y Psicología Social y fundadora de la ONG Terrawatu, comenta que “en mis safaris por África, muchas personas, especialmente mujeres, eligen viajar después de un gran cambio en su vida —un divorcio, dejar un trabajo o una carrera profesional, o el fallecimiento de un familiar—. Es importante preguntarse qué apoyo se puede necesitar si surgen emociones difíciles durante el viaje”. Sin embargo, por más reveladora que sea la experiencia, la transformación no termina al aterrizar de vuelta a casa. ¿Cómo pueden los viajeros trasladar a su vida diaria los cambios emocionales o espirituales que descubren durante la travesía?
Pergola vivió diez años en Tanzania con la tribu masái y luego escribió un libro, Time is Cows, en el que transmite, interpreta y traslada esas tradiciones milenarias a nuestra vida occidental. Algunas recomendaciones que hace Pergola son tan simples como continuar con la misma rutina que se inició en el viaje: comer los mismos alimentos (si se pueden encontrar o preparar en casa) o seguir con la práctica de la meditación si se inició durante un retiro. Si bien algunas actividades diarias deben ser diferentes en casa a diferencia de cuando se viaja (por ejemplo, el trabajo y las responsabilidades familiares), se pueden abordar con la nueva mentalidad que se adquirió durante la ausencia total, reconoció la especialista.
A la fecha, y sacando la cuenta, he tenido cerca de dos mil reuniones con parejas y familias, y generalmente todos empiezan por el mismo punto de querer viajar y conocer lo máximo que el tiempo les permita, contándome de los quince lugares que quieren visitar en quince días, o de la playa perfecta a la que quieren llegar y para la cual hay que tomar tres vuelos —aunque solo tienen una semana de disponibilidad—. Poco a poco, esta manera apurada de viajar ha ido virando hacia una manera más intencionada, con más propósito, donde buscamos profundidad, inmersión y espacio para analizar y disfrutar los lugares desde la perspectiva del local.
'Hoy buscamos y planificamos el viaje como una herramienta de cambio en la rutina, el estado de ánimo, la motivación con la que abordamos nuestros trabajos y vidas personales.'
Olenka Vásquez es travel expert de Be Part of the Journey, la empresa con la que curamos y diseñamos viajes y experiencias. Le pregunté por su itinerario ideal. “Las pausas son necesarias en todo tipo de viaje”, me respondió. “Un itinerario debe considerar espacios en los que el viajero pueda parar en una tienda que vio en el camino y le gustó, o tomarse un café espontáneo disfrutando de las vistas”. Hoy buscamos y planificamos el viaje como una herramienta de cambio en la rutina, el estado de ánimo, la motivación con la que abordamos nuestros trabajos y vidas personales.
Junto con esta tendencia de viajes más inteligentes, también empezamos a buscar oportunidades para viajar con el objetivo de reencontrarnos o de hallar espacios de silencio. Por eso, hoy existen muchísimas versiones del viaje de sanación, bienestar, wellness o, como lo llamo en la agencia, viaje de healing integral. No solo son retiros de yoga, sino experiencias en las cuales te sumerges en las costumbres y tradiciones del lugar, y las exaltas y complementas con prácticas de bienestar, que abarcan desde un tratamiento en un spa y dietas especiales desinflamatorias hasta rituales de aire, fuego y agua, como los que hacen en la India, Sri Lanka o Bután.
Verónica Valderrama, especialista en recursos humanos y liderazgo sostenible y embajadora de la salud mental en el ámbito laboral, así como viajera experimentada, lleva sus rituales saludables adonde sea que vaya. “Llevo mis ligas de deporte en la maleta y busco un espacio para moverme, porque eso me da energía y equilibrio”, me cuenta. “Y también cuido mi alimentación, asegurándome de que sea ligera y saludable, porque me ayuda a disfrutar mucho más de cada experiencia”. Eso no le impide dejarse sorprender y emocionarse con lo nuevo. “Aprecio aprender de la naturaleza y de otras culturas, pero, sobre todo, reconectar conmigo misma, con lo esencial, con lo real”, dice Verónica. “Siempre regreso un poco distinta, con algo nuevo que me acompaña en el día a día”.
Todos buscamos sentir emociones distintas al movernos. “Me gusta sentir esa emoción de estar en un lugar totalmente nuevo, de poder volver a sentir esa genuina curiosidad por aprender sobre un lugar”, me comenta Mariana Cordero, ávida viajera. Entonces, viajar puede ser una pausa, puede significar un reencuentro (con la familia, la pareja o con uno mismo) o la expresión de una búsqueda, de inquietudes internas que apenas percibimos en medio de nuestras apuradas rutinas cotidianas. Viajar puede movernos profundamente al ponernos frente a otras culturas y formas de vida, y ciertamente nos da inspiración y nos puede devolver llenos de nuevas ideas. En mi experiencia, después de todos estos años y viajes, la exposición a lo diferente es lo que reta nuestras certezas y nos fuerza a construir una realidad más flexible, creativa y empática. Esos viajes que nos movilizan por dentro nunca terminan.