Por: Rebeca Vaisman / fotos Leslie Hosokawa

El modelaje la hizo famosa y le dio una exitosa carrera de más de una década, pero el interiorismo era la verdadera vocación de Anahí Gonzáles-Daly. Hoy ella empieza una nueva faceta profesional y su casa familiar es su carta de presentación.

En su estado natural

Le encantan las astromelias y los agapantos, ambos blancos: los usa abundantemente, por lo general en el recibidor. También es usual encontrar algunas ramas de ginger esparcidas en los distintos ambientes, como toque de color. Las orquídeas le parecen bellas, claro, aunque sean tan difíciles de cuidar. Pero las bromelias son sus favoritas: 'Las riegas solo en el tallo, no en la tierra, y así van creciendo: sale la flor y al morir deja caer a sus hijitas, que empiezan a crecer a su alrededor. Son increíbles', dice Anahí Gonzáles-Daly, señalando la maceta sobre la mesa de centro de la sala en la que se pueden ver tres nuevos tallos buscando la luz.

Con ese mismo entusiasmo, Anahí cuenta que está por empezar un curso de paisajismo. Era uno de sus pendientes. El diseño de su propio jardín lo encargó a Daphne Gonzalez-Orbegozo, pero siguió muy de cerca la elección de las plantas y flores que se usaron. Y cuando Daphne le confirmó que el hermoso suche que había sembrado estaba enfermo y le recomendó dejarlo ir para que no contagie a los otros árboles del jardín, Anahí insistió en salvarlo y lo trasladó a la entrada de su casa, para poder cuidarlo personalmente. El suche cada día está más fuerte.

Su fascinación por las plantas pronto complementará un nuevo momento en su vida profesional que, por cierto, se inició muy temprano. 'Empecé a modelar a los cuatro años y lo hice desde entonces. Pero incluso antes de terminar el colegio yo sabía que quería dedicarme al interiorismo. Siempre me había gustado la decoración', cuenta Anahí. Al terminar la secundaria postuló a la carrera de Arquitectura de interiores e ingresó en un instituto. 'Estaba feliz, me encantaba', recuerda Anahí sobre esos primeros ciclos. Entonces, llegó a ella la propuesta que le cambió la vida.

Tenía 20 años y le alcanzaron un contrato para modelar en Estados Unidos, que tenía como base Miami. 'El primer año me quedé la temporada alta en Miami, trabajando, y regresé en el invierno norteamericano para llevar un ciclo de mi carrera en Lima. Pensé hacer lo mismo al año siguiente y así seguir estudiando', explica Anahí. Sin embargo, al siguiente año le fue muy bien en el modelaje: los viajes se hicieron más seguidos, la agencia le llenó el calendario de todo el año. 'Tuve que tomar una decisión: la carrera de modelo es corta, y entendí que era mejor aprovecharla en ese momento, y luego retomar el interiorismo', dice. Y así fue.

La siguiente década se dedicó al modelaje de manera profesional. Lo hizo hasta que cumplió los 30 años. Entonces volvió a Lima, conoció al empresario restaurantero Diego de la Puente, se casó y tuvo dos hijos: Iago, que hoy tiene 6 años, y Noa, de 3; ellos se sumaron a su primer hijo, Joaquín, que ya cumplió los 17. Alejada del modelaje como principal ocupación, Anahí fundó una marca de ropa (Ánima, junto a Pamela Rodríguez) y también dirigió una agencia de modelaje (D’Agency, con Valeria de Santis). Sentía la necesidad de crear un proyecto que la vinculara de alguna manera a un mundo creativo. Y entonces llegó su casa.

'Cuando compramos esta casa y empezó su remodelación, yo estaba emocionada por poder escoger los acabados, los pisos, las griferías, todo. Participé en cada decisión del interiorismo y luego me encargué de la decoración', cuenta Anahí. 'Entonces, recordé cuánto me encantaba y me di cuenta de lo feliz que me hacía. Ahí fue que entendí que esto es lo que quería hacer'.

Un nuevo inicio

Hizo una especialización en Diseño Residencial y durante casi un año estudió todos los martes y jueves durante la noche, después de acostar a sus hijos menores y dejarlos dormidos. 'Me gusta ser parte de las actividades de los chicos, llevarlos al colegio o a sus clases, estar con ellos', asegura Anahí. 'Por eso, me vino muy bien estudiar por las noches. Por supuesto que paraba a mil y estaba muerta; me amanecía haciendo maquetas, pero estaba feliz de poder estudiar de nuevo, lo disfruté un montón'.

Si bien su casa estaba ya prácticamente terminada antes que Anahí siquiera empezara estas clases, cuando le pidieron plantear un espacio a manera de proyecto, quiso convertirlo en algo real. Además, dio la casualidad de que Joaquín, su hijo mayor, también tenía que plantear un proyecto final para terminar el colegio. 'Entonces, pensé que sería muy bacán poder hacer algo juntos. Le dije: tú eres artista, yo diseñadora de interiores, ayúdame a hacer un cuarto de arte para tus hermanos'. Y eso hicieron: se trata de una versión creativa de la casa en el árbol, pues el cuarto se eleva sobre el jardín y tiene un ventanal que se llena de luz y de verde. Adentro, caballetes, repisas llenas de materiales y pinceles, paredes con dibujos, instrumentos musicales en cajas y dos mesitas para trabajar. Iago y Noa son felices y pasan largas horas en este especial cuarto de juegos. Y está demás decir que tanto a la mamá como al hijo mayor les fue excelente con el proyecto. Su casa es, hasta el momento, el mejor resumen de sus intereses.

Quería un jardín grande para que sus hijos jueguen y una terraza linda para poder disfrutar al aire libre. Suelen invitar a amigos para hacer parrillas, o tomarse unos vinos en la terraza. Mucho sucede en la cocina: es donde suelen almorzar, y algunas veces cocinan todos en familia. 'Me gustan los materiales naturales, los colores crudos y que se sienta una onda relajada y de paz, siento que así todo fluye mejor', explica Anahí. 'No soy nada formal ni estricta, soy relajada total. Los chicos pueden estar donde quieran, cualquier cosa que se ensucie o se desordene se puede arreglar después, y el perro duerme encima del sillón, olvídate', se ríe.

Sus viajes como modelo la inspiraron. Recuerda mucho una casa en Sudáfrica donde solían hacer editoriales: era toda blanca y tenía una vista espectacular del mar. Hace unos años hizo un viaje a Bali con Diego: se quedaron en hoteles lindos, visitaron casas que la impresionaron. 'Los viajes te enriquecen mucho el ojo', asegura Anahí. 'Cuando tenía 17 años y estudiaba no tenía el ojo que tengo ahora, y que se debe a que he viajado 10 años por el mundo, he estado en distintas locaciones y he visto trabajar a muchos fotógrafos', reflexiona. 'Creo que esta oportunidad ha llegado en el momento preciso. En un momento en el que me siento más segura de mis gustos y de lo que quiero'.

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