Es quizá la mejor noticia que podía recibir el mundo de la moda: el regreso de Phoebe Philo tiene fecha, logo, inversionistas y a casi 200 mil personas siguiendo un perfil de Instagram vacío, alimentadas solo por la expectativa.
Phoebe Philo es tan grande que cuando Céline quiso contratarla tuvo que darle completo control creativo y adicionar una oficina londinense a su mítica casa parisina, porque la diseñadora no se veía viviendo en Francia. Lo que siguió fue la mejor década de Céline. Philo no solo revivió una marca: afirmó que la moda no se trataba de elegir entre comodidad y belleza, porque podía ser ambas y más.
Desde que dejó Céline en el 2018, ha pasado los últimos años viviendo en Londres y dedicada a su familia. Pero su culto no ha hecho sino aumentar. Su regreso en septiembre del 2023, con su marca homónima en la que el grupo LVMH tendrá una participación minoritaria y Philo absoluto control, se da con todas las expectativas posibles: “Estar de nuevo en mi estudio ha sido excitante e increíblemente gratificante”, ha declarado la diseñadora.
Su biografía profesional es puntual pero contundente. Luego de graduarse en la Central Saint Martins, entró a Chloé en 1997 como mano derecha de su amiga Stella McCartney, a quien sucedió como directora del 2001 al 2006. Fue el primer renacimiento que orquestó. Para entender lo que Philo hizo, hay que mirar la moda de esos años: a pesar de su apariencia a veces excéntrica, seguía siendo conservadora: tenía solo un tipo de cuerpo en mente.
Philo, que empezó cuando Alexander McQueen o Hussein Chalayan estaban en la cúspide de la creación con trajes de belleza absoluta pero imposible, creó otro lenguaje: pantalones de cintura alta con amplitud en las piernas, blusas anchas, hombreras no exageradas, tacos gruesos y cómodos. El “New York Times” la llamó “la Chanel de su generación”. Para el 2006, cuando decidió tomarse una pausa, las ventas de Chloé habían aumentado en más de 60 % en el mundo y más de 80 % en Estados Unidos.
Pasó dos años viviendo en Londres, ocupada con su primera hija. Allí vino la oferta de Céline. “No era una marca icónica, en el sentido de tener una silueta definida o tener a algún diseñador históricamente famoso; encontré eso liberador. Pero sí era una marca conocida por su calidad: nunca había licenciado su nombre en los setenta, ochenta o noventa, como hicieron tantas compañías”, declaró en el Vogue Festival del 2014. La Céline de Philo no era Prada: sabías que en cualquier pieza la factura sería espectacular pero que, al mismo tiempo, no tendría reparos en desfilar uno de sus pantalones con zapatillas blancas (ahí empezó esa tendencia).
Philo rara vez da entrevistas, porque dice que todo “está en la ropa”. Sin embargo, su influencia en Céline es un tema visual que abarca demasiadas vertientes de lo que ahora es normal en la moda. Sus colaboraciones junto con el fotógrafo Juergen Teller (que vive a distancia caminable de su casa en Londres) cimentaron las carreras de ambos, especialmente con imágenes icónicas como la de Joan Didion como personaje de campaña, en un tiempo en el que la marca (o sea, Philo) se negaba a entrar a las redes sociales.
Ante la pregunta “¿qué te guía al diseñar?”, hecha por Tim Blanks para “Purple”, Philo respondió: “Una vida real. Soy una mujer viviendo en un mundo muy real. Tengo responsabilidades en mi trabajo y en mi casa; todos los días lidio con cumplir con cada uno. Necesito literalmente libertad para moverme: no me gusta estar constreñida”. La frase es sobre ropa, pero aplica a su vida.
Con motivo de su esperado regreso, Philo compartió con “The Business of Fashion” unas declaraciones en las que asegura que ella también espera ansiosa el momento de reconectar con su audiencia y con aquellos que, tan intensamente, la siguen. “Ser independiente, dirigir y experimentar en mis propios términos es extremadamente significativo para mí”, agregó la diseñadora. No se espera nada menos.