A través de un grant de National Geographic, la documentalista peruana Lucía Flórez
se sumergió en la ciudad de Uummannaq, en Groenlandia, para realizar un documental
alrededor de la ansiedad climática y desarrollar un taller de storytelling en un orfanato.
La vida en Groenlandia hoy refleja un equilibrio entre tradición y modernidad, donde sus
habitantes viven la tensión de un mundo en transformación.
Groenlandia es una tierra de contrastes extremos, perfecta para viajeros que buscan experiencias únicas. Es la isla más grande del mundo y, a pesar de que su nombre significa “tierra verde” en danés, está cubierta en su mayoría por hielo. Con temperaturas invernales que pueden caer hasta los -16°C, Groenlandia es uno de los destinos más fríos del planeta. Pero es ese mismo clima el que hace a sus paisajes tan fascinantes. Los fiordos y las auroras boreales iluminan el invierno. Las noches largas y claras crean el escenario perfecto para admirar estas luces sobre el cielo ártico. En contraste, en el verano, el sol apenas se oculta. El fenómeno conocido como “sol de medianoche” permite explorar la isla a cualquier hora del día, un atractivo para aquellos que aman los largos días de aventura.
Para la documentalista peruana Lucía Flórez, este especial destino le permitió la posibilidad de explorar la conexión directa que existe entre las personas y la naturaleza, un tema central en su trabajo. Junto al director eslovaco Ciril Jazbec y Fausta Cardoso Pereira, encargada de llevar a cabo el taller de storytelling, emprendió un viaje hasta Uummannaq, una ciudad de apenas 1200 habitantes en el noroeste de Groenlandia. Durante un mes, convivieron con jóvenes de 13 a 21 años de The Children’s Home in Uummannaq y, a través de sus ojos, descubrieron la esencia de la cultura groenlandesa y pudieron estudiar de manera íntima los impactos del cambio climático en el ecosistema ártico.
Un destino remoto
Aunque Groenlandia es políticamente parte del Reino de Dinamarca, tiene una identidad cultural muy marcada por el pueblo inuit. Aún se pueden explorar comunidades donde los locales mantienen vivas sus costumbres ancestrales, como la caza y la pesca en el hielo. Un aspecto fascinante es la convivencia entre lo tradicional y lo moderno, que genera una mezcla cultural única. Para algunos, el estilo de vida contemporáneo ofrece nuevas oportunidades y comodidades, mientras que otros ven en ello una amenaza para sus formas de vida tradicionales. Este equilibrio refleja un desafío que enfrenta el pueblo inuit: retener su cultura mientras navega por las complejidades de un mundo en rápida evolución.
Viajar a Groenlandia no es precisamente fácil ni barato. No hay carreteras entre sus ciudades y pueblos, por lo que la mayoría de los traslados se hacen en avión, barco o helicóptero. Asimismo, la infraestructura turística no está tan desarrollada como en otros destinos. Por ello, la mayoría de los viajeros opta por alojarse en pequeños hostales o incluso en casas locales, donde puede experimentar la hospitalidad inuit. La gastronomía, por su parte, ofrece un vistazo a la vida ártica con platos que incluyen pescado fresco, carne de ballena y foca, con un toque nórdico que combina tradición con modernidad.
Para los aventureros, este un parque de diversiones natural. El trekking es una actividad imprescindible, con rutas que atraviesan paisajes espectaculares. Los más osados pueden disfrutar de paseos en kayak entre icebergs, o incluso caminar sobre el imponente glaciar Ilulissat, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad. Los safaris en trineo tirado por perros son una de las actividades más tradicionales, que permite experimentar cómo los inuit se movían por estas vastas tierras durante siglos.
Ilulissat y el glaciar Ilulissat:
Uno de los destinos más populares, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Nuuk:
La capital, aunque es una ciudad pequeña, ofrece experiencias como el Museo Nacional de Groenlandia.
Kangerlussuaq:
Punto de entrada internacional y puerta de acceso a una de las capas de hielo más grandes del mundo.
Qaqortoq:
Conocida por el proyecto Stone & Man, donde artistas esculpieron las rocas alrededor de la ciudad.
Uummannaq:
Una de las ciudades más fotogénicas, ideal para conocer la vida cotidiana inuit.
Fiordo de Kangerlussuatsiaq:
Conocido por sus imponentes acantilados que se elevan sobre las aguas glaciales.