Por: Vania Dale / Fotos: Martin Landgreve y Patricia Parinejad / Agradecimientos: Hotel Le Sereno St. Barthelemy Agencia Press Pod Coordinaciones: Roxana Arrué

El destino por excelencia de multimillonarios y celebridades se encuentra ya repuesto de los estragos de los huracanes que azotaron sus costas hace dos años. Lo recorrimos de la mano de la modelo peruana Juana Burga, que acaba de pasar unas vacaciones en sus playas de arena blanca.

¿Qué tienen en común Paul McCartney, Leonardo DiCaprio, Bella Hadid, Beyoncé, Mick Jagger, Jared Letto, Kate Moss, Richard Gere y Rihanna? Más allá de la fama y el dinero, tienen a St Barth como escape predilecto. Cuando en 1957, David Rockefeller compró una propiedad en la isla para vacacionar –acción que replicaron los Rotschild ese mismo año–, envió un mensaje claro a sus símiles: St Barth era un paraíso por descubrir para los afortunados.

La isla, localizada en las Antillas Francesas, cuenta con poco más de 20 kilómetros, más de una veintena de playas y 27 grados temperatura media todo el año, una combinación de elementos que la hace un lugar idóneo para veranear. Su nombre es un homenaje a Bartolomé, hermano de Cristóbal Colón. Este último ancló en sus costas en 1493, durante su segunda expedición a América. Por su privilegiada ubicación, St Barth reúne lo mejor de dos mundos: es uno de esos pueblitos del sur de Francia con una vibra más caribeña, como un híbrido entre lo mejor de la Costa Azul y el Caribe.

Siguiendo la ruta del sol, a mediados de agosto la modelo peruana Juana Burga fue una de las muchas celebridades que pudo disfrutar en piel propia lo especial de sus playas. Durante tres días, la top peruana se sumergió de lleno en la versión del Caribe que propone St Barthes, y está dispuesta a ser guía de quien quiera recorrer la isla.

Una isla modelo

En Gustavia, su capital, que se caracteriza por su impresionante puerto y sus casas de tejas rojas, se puede hacer shopping al más puro estilo de Sunset Boulevard: Louis Vuitton, Prada, Hermès, Cartier, Versace, Fendi, Chopard, Dolce & Gabbana son solo algunas marcas que tienen sucursales playeras en el lugar. Y lo mejor de todo: son libre de impuestos. Pero si andas buscando algo más artesanal, en la villa de Corrosol, fuera del centro comercial de Gustavia, encontrarás gran oferta de trabajos de artesanos locales elaborados a mano, en especial aquellos relacionados a la cestería.

Lo más impactante, sin duda, son las playas de ensueño que adornan su bahía. Entre estas destacan Anse des Cayes, famosa por su abundante variedad de vida marina, que la convierte en uno de los sitios predilectos para practicar snorkel. Desde ahí, se divisa la imponente cima no en vano bautizada como L’Grand Mountange, que separa esta playa de Anse des Flamandes, de aguas casi vírgenes. Y si de deportes acuáticos se trata, las playas de Toiny se encuentran entre las más visitadas por los amantes del surf y el windsurf, mientras que una de las favoritas de los viajeros es la playa Anse de Grande Saline, cuya ubicación —entre dunas— permite una vista libre de edificaciones y una privacidad que invita a que más de uno se anime a practicar el nudismo, a pesar de que esté oficialmente prohibido en la isla.

Un nuevo inicio

En un sentido más metafórico, el sol no siempre ha brillado en St Barth. En setiembre del 2017, la isla sufrió toda la inclemencia de Irma y María, huracanes de categoría 5 y 4 respectivamente, que se suscitaron con pocos días de diferencia. Sin embargo, estos desastres naturales marcaron, de alguna manera, un nuevo inicio: los hoteles y los comercios en general trataron de encontrar el lado bueno de la adversidad y aprovecharon para remodelar sus instalaciones y, así, superarse a sí mismos. 'Me emocionó ver la rápida reconstrucción y recuperación de la isla', dice Juana Burga. 'Ha quedado increíble y totalmente apta para brindar una buena experiencia a quien la visita', asegura.

Uno de los establecimientos afectados por los huracanes fue, justamente, el emblemático hotel Le Sereno, elegido por Juana para pasar estas vacaciones. Reabrió sus puertas a finales del año pasado, y mantiene el mismo espíritu, con un look renovado. El mensaje es erigirse más sólido que nunca de cara a la rivera caribeña como una muestra de superación ante la adversidad.

'Se puede ver que han mantenido su estética minimalista y la elegancia del diseño original, ya que los encargados de la restauración fueron los mismos arquitectos que participaron en su construcción', explica Juana. 'Además de que tiene todas las comodidades necesarias para que uno pueda desconectarse y simplemente disfrutar de la isla, rescato el trabajo del hotel en cuanto al respeto por el medio ambiente', detalla. Y es que, en el caso de Le Sereno, la reconstrucción significó, además, una oportunidad para revisar su funcionamiento en términos de sostenibilidad: Ahora no solo hay nuevos paneles solares y luces LED para generar un alto ahorro en el consumo de energía, sino que además las piedras y madera utilizados en la reconstrucción cuentan con certificados de extracción responsable. Un acto de devolución a la naturaleza que tanto les quitó dos años atrás.

Los verdes jardines y las plantas tropicales del Le Sereno, que en un abrir y cerrar de ojos fueron tragados por el huracán Irma, fueron devueltos con detalle, sencillez y belleza calma por el paisajista venezolano Enrique Blanco; mientras que la piscina, ubicada al centro de la terraza del recinto, se mantiene intacta y parece fundirse con el turquesa del océano de la playa Grand Cul de Sac, cuya barrera de arrecifes forma una piscina natural, ideal para la práctica de kitesurf, SUP y snorkel.

El restaurante de Le Sereno, por su parte, conserva su ubicación al libre por una razón obvia: contemplar el visual único de esta pequeña y encantadora bahía. Fuera del hotel, la propuesta gastronómica de la isla es muy variada y de alto nivel. Juana recomienda una visita a Bonito, que 'tiene una propuesta de comida fusión que incluye gastronomía peruana. De hecho, comí ceviche', confiesa la modelo cosmopolita pero siempre peruana.

Antes de terminar, Juana hace algunas acotaciones importantes para visitar St Barth. La accesibilidad a la isla nunca ha sido fácil (también ahí radica su aura de exclusividad). 'Yo fui desde Nueva York. Si ese es el caso, hay dos formas de llegar: puede ser a través de una avioneta, desde Puerto Rico, o a bordo de un ferry, desde la isla de Saint-Martin', explica. Debido a que se están restableciendo las medidas de acceso a la isla y, aunque esta pertenece a Francia, las reglas migratorias han cambiado, por lo que es importante tomar en cuenta que, para algunas nacionalidades que estén permitidos de acceder libremente a los países de la Unión Europea —como ocurre en el caso de Perú—, una visa transitoria es imprescindible para ingresar.

Definitivamente, un viaje a St Barth requiere de una minuciosa planificación —y, por supuesto, de unos que otros miles de dólares— pero no hay duda de que vale la pena.

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