La adolescente sueca que ha cruzado el mundo en un velero de competición para llegar a América sin generar huella de carbono se ha convertido en el símbolo de la lucha contra el cambio climático y en el rostro de una generación comprometida.
El Malizia II surca las olas del Atlántico, moviéndose como una cáscara de nuez ante las arremetidas de los vientos de hasta 30 nudos que lo acompañan en su viaje. La tripulación es totalmente fuera de lo común. Hay un marino alemán, un príncipe de Mónaco, un equipo de filmación, una cantante mezzosoprano sueca, un actor y la hija de ambos, una adolescente de 16 años que se ha propuesto hacer todo lo posible para que el mundo escuche y entienda un urgente mensaje: estamos destruyendo el planeta y eso debe cambiar.
El Malizia II es el velero de competición de Pierre Casiraghi, miembro de la familia real del principado monegasco, que le fue ofrecido a Greta Thunberg en un acto de buena voluntad, ante la necesidad de la jovencita de llegar a Nueva York para la Asamblea General de las Naciones Unidas de una forma sostenible. 'No viajo en avión porque genera una huella de carbono enorme', había explicado ella.
El príncipe y el capitán del barco, el alemán Boris Hermann, le advirtieron que el viaje no sería cómodo. Es un velero de competición, con paneles solares que generan energía para los sistemas electrónicos de la embarcación. No tiene baños, no tiene camas, no tiene cocina. La travesía duró catorce días, en los cuales los tripulantes durmieron en el piso, comieron lo que pudieran cocinar en una hornilla de campamento, y sufrieron los embates de unos vientos que los recibieron tan bien como la prensa y los políticos anticlimáticos reciben los apasionados discursos de la adolescente activista.
En agosto del 2018, la adolescente diagnosticada con síndrome de Asperger saltó a la luz pública mundial por sentarse frente al Parlamento sueco con una pancarta que anunciaba una 'Huelga escolar por el clima'. Un año después, y tras surcar el mundo a su manera (y sumar en su lucha hasta a la realeza), Greta fue recibida como estrella al llegar a Estados Unidos para asistir a la Cumbre Climática de las Naciones Unidas y 'enfrentarse' a Donald Trump. Pero ella no parece interesada en ser una celebridad; tampoco le preocupa que sus palabras sienten mal a muchos: 'Nos están fallando. Pero los jóvenes están empezando a entender su traición', dijo Greta a los líderes y políticos mundiales reunidos frente a ella, con una mezcla de rabia y emoción. Su inminente arribo a Chile, para la COP25 de diciembre, ya despierta inmenso entusiasmo, sobre todo entre los más jóvenes.
Y es que Greta ha generado una ola de manifestaciones, tanto a favor como en contra, desde sus primeras apariciones públicas en las que advertía los estragos que está generando el cambio climático. Ha aparecido en otras asambleas políticas de Naciones Unidas, en charlas TED, y en todos los medios noticiosos del mundo. Representa a las nuevas generaciones, esas que sí tienen algo que perder si el planeta naufraga. La responsabilidad y las soluciones, dice Thunberg, deben ser asumidas por las generaciones anteriores que, a partir del consumismo y del éxito financiero, han dejado el futuro de sus hijos en peligro.
No hay duda de que es una mirada fresca y nueva, lejos de los discursos de políticos que apoyan causas por interés. En el corto plazo, la presencia de la niña sueca del clima ha puesto en el mapa mediático una conversación de suma importancia. Pero ¿es lo correcto dejarle toda la responsabilidad de defender nuestro planeta a una adolescente que aún no cumple la mayoría de edad? ¿Es justo para la causa y para ella ser la primera línea de defensa con respecto a algo que todavía siguen controlando y manejando los poderosos del mundo? Preguntas difíciles de responder. Aunque es positivo que su entrega y fervor hayan generado más voces que se unen y, sin dudas, más conciencia al respecto, su figura escolar también se vuelve tenue. Genera polarización y las opiniones sobre Greta son o blancas o negras. Y lo más importante, su aparición en los medios todos los días hace que el discurso se desvíe. La discusión ya no es sobre el cambio climático, sino sobre la adolescente sueca que se enfrenta a los malvados del mundo.
Greta no es una niña normal, bajo ninguna circunstancia. Sus padres son artistas conocidos en Suecia: su madre es cantante mezzosoprano y su padre es actor. Y ella tiene un tipo de autismo que, además, le ha servido a sus detractores para vapulearla. 'El Asperger me permite no escuchar lo no importante y enfocarme en lo importante. No me importa que se burlen de mí. Solo me importa que entiendan que nuestro planeta está en llamas y los que lo han ocasionado tienen que solucionarlo. Y nosotros, los jóvenes que lo estamos sufriendo, tenemos que presionarlos para que lo hagan', les responde ella.
Lo cierto es que, más allá de su posición en el centro del ojo público y la vulnerabilidad que esto puede ocasionar en una simple niña, Greta está más que decidida y no piensa retroceder en su lucha. Lo único que le interesa es dejar de sentir la escalofriante sensación que le llegó hace 5 años, cuando un profesor mostró en su clase un video sobre los estragos que está ocasionando el cambio climático. Sus palabras resuenan en todos aquellos que creen que los héroes son solo gente cotidiana que decidió tomar acción.
