Por: Adriana Garavito / Fotos: Leslie Hosokawa y Alonso de Freyre / Estilismo: Sara Vílchez y Angela Quintanilla / Agradecimientos: H&M Home y Dédalo

Estas cuatro casas comparten la misma playa, pero tienen distintos estilos, personalidades y dinámicas. Con el sol en su punto más alto, nos adentramos en estos espacios donde el verano mejor habita.



Espacio liberado

Pese a su aparente silencio, las casas tienen vida propia, y esta, diseñada por el arquitecto Martín Dulanto, va revelando su personalidad desde su fachada atípica y su apariencia externa singular: es como si se tratara de una gran caja blanca.

Como se explica en la web de Dulanto, “cuenta con una celosía continua de elementos verticales blancos, los cuales permiten una libre disposición de vanos y aperturas interiores sin perder la unidad visual exterior”. Esta disposición disuelve hacia el frente del terreno, liberando así la terraza, la piscina y la parrilla, y “permitiendo que estos ambientes, además del comedor y de la sala interior, aprovechen al máximo la vista al mar”. Esta casa ubicada en la primera fila de la playa Las Arenas es la única del lugar que no posee ventanas en la fachada trasera. Como bien agrega el arquitecto: “Tiene su propio sello sin necesidad de ser estridente”.

Los propietarios son una pareja sencilla y concreta. Tienen dos hijos y en todo momento fueron bastante claros: querían un bar abierto y una cocina integrada en los espacios sociales. Y libertad para circular sin problemas. Además, iluminación, vista al mar y sensación de movimiento. En consecuencia, desde la ventana de su cuarto se aprecia el azul en todo su esplendor, y entre la sala y su habitación hay un balcón que da paso al patio principal. “Este también ilumina los cuatro cuartos, ubicados en el sótano, y la sala de estar del primer piso”, refiere Dulanto.

La terraza exterior dispone de una pequeña sala y una piscina. En el interior, la sala, la cocina, el comedor y el bar conforman un espacio que se puede adecuar al gusto. “La idea era no replicar los ambientes. Entonces, las mamparas que separan la sala exterior de la interior corren para ambos lados; de esa manera se puede independizar o cerrar la piscina”, explica el arquitecto.

Si bien la temporada de verano es la que mayor actividad genera tras estas paredes, la construcción sí fue pensada para que pudiera ser habitada en invierno: es acogedora y su ubicación es perfecta para sentarse frente al malecón con una infusión caliente en la mano. No sucede muy a menudo, porque el trabajo y los quehaceres de la familia giran en torno a la ciudad, pero sus integrantes tienen planeado que esto cambie, y que su casa se convierta más en un lugar para habitar que para escapar. Por lo pronto, esta –sutil, elegante y tranquila– se mantiene a la espera.



Oasis turquesa

A la hora de abordar este proyecto en Playa El Coral, Carolina Roque y Andrea Delgado, del estudio Arkka Diseño, se encontraron de inmediato con un reto: no perder iluminación en los cuartos y en la sala de estar que se situarían en el sótano. Y lo lograron: cada cuarto cuenta con su propio patio lleno de plantas y de luz.

Las arquitectas se tomaron la libertad de diseñar una entrada larga, la oportunidad perfecta para ir develando poco a poco la esencia de la casa. De pronto, se expone el atributo más importante: un ducto con caída de agua con doble altura decorado con sansevierias. Su marco es de acero y, como explica la arquitecta, “la iluminación de este genera un ambiente sumamente especial”.

En la sala llama la atención el contraste entre los muebles grandes, tradicionales, y los adornos color turquesa. El comedor conecta con la cocina elaborada y con el bar, mientras que la terraza mira hacia jardín del condominio. “Lo bonito es que parece la continuación de la casa”, dice Andrea en referencia al jardín.

El segundo piso es el área más informal. La piscina tiene borde infinito; hay dos parrillas, dos terrazas y un horno de barro. Para mantener la privacidad, el terreno está rodeado de crotones y de plantas de yuca.

Esta casa cuenta con todo lo necesario para alejarse de la capital en cualquier época del año, incluso con dos chimeneas para vencer al frío y a la humedad en los meses de invierno. “Eso es lo que era bien importante para esta familia: tener una casa de playa que no se sintiera lejana ni abandonada”, comenta la arquitecta. Misión cumplida.



Una jungla frente al mar

Cuando la familia Massari Zignago se topó con el proyecto El Coral, sus integrantes no lo pensaron demasiado y reservaron su lugar en lo alto de una pequeña loma, casi al frente de una de las piscinas del condominio.

Lo más natural para ellos fue llamar al arquitecto que diseñó su anterior casa en Bujama: Martín Dulanto. Él ideó un espacio en el que todos los miembros de la familia están conectados tanto entre sí como con la naturaleza. Aprovechó al máximo los techos altos, la iluminación natural y la lomita en la que está situada la construcción.

El resultado es una residencia de cinco dormitorios, con vista al jardín, que se ubican en la parte trasera y tienen independencia del resto de la casa gracias a una puerta corrediza. La cocina está integrada en la sala y el comedor; hay una terraza exterior en el primer nivel y otra principal en el segundo, donde se encuentra la piscina, dos pequeñas salas de estar, un bar y un área de parrilla que son el corazón del espacio y que, gracias a su ubicación nuclear, permiten atender a toda la zona.

La casa se la entregaron cinco días antes de Navidad, por eso las plantas de las jardineras y la vegetación de los pequeños patios ubicados en el primer piso todavía están por crecer. Sobre este detalle Dulanto comenta que la intención siempre fue darle una apariencia silvestre. “Que pareciera que fue tomada por la naturaleza”, especifica. A los propietarios les gustó la idea y terminaron por aplicarla: ahora están a la espera de que brote la pequeña jungla. Poco a poco, ese lugar que imaginaron en un plano sobre la mesa se va transformando en un nuevo nido de recuerdos.


Presencia disruptiva

En la quinta fila desde la orilla del mar y justo al lado del club house de la playa Las Arenas se encuentra localizada esta casa diseñada por el arquitecto Roberto Riofrío. Es la única cuya fachada rompe con la unidad generada por todas las demás construcciones: es blanca, sí, pero tiene un marco de aluminio negro. Además, las escaleras que conectan los tres pisos –expuestas a un lado de la casa– están cubiertas por vidrio Profilit, lo cual les da un volumen particular y un protagonismo innegable. “Este detalle hace que la propiedad tenga una personalidad única”, dice el arquitecto. “Además, no quise seguir la distribución tradicional de las casas de playa en las que el primer piso no está conectado con los otros. De hecho, hice todo lo contrario: la fachada muestra todas las conexiones verticales”. Como bien menciona el arquitecto, cuando uno entra en la casa sabe de inmediato cuántos pisos hay y cómo llegar a ellos. “La escalera te invita a subir e ir descubriendo los espacios”, agrega.

El primer piso es bastante funcional. En él están muy bien distribuidos cinco dormitorios, todos con ventanas grandes conectadas al jardín que rodea el espacio. En el segundo piso, se encuentra la cocina, el comedor, un baño de visitas y una terraza, cuyos muebles invitan a dejarse arrullar con el canto de los pájaros que sobrevuelan la playa. Al deslizar una puerta en la sala se devela un pequeño tesoro escondido: el bar.

Los gustos y las aficiones de cada miembro de la familia se evidencian en los rincones: una cestita con libros infantiles por aquí y el juego de mesa Life por allá, ideal para divertirse después de un día largo bajo el sol. Al subir al último piso, uno se encuentra con la terraza principal, en donde está ubicada la piscina, que tiene dos profundidades.

Los propietarios sabían muy bien lo que querían con esta, su primera casa de playa, y fue esa claridad la que logró que el proyecto se desarrollara de manera orgánica. Se trata de un hogar cálido que no ha discriminado rincón alguno, y en el que los detalles cuentan la historia de una familia que va creciendo junta.

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