13.11.2019

Llamada 'La reina de América' por Frank Sinatra, la primera dama de los Estados Unidos en los años 60 continúa siendo un referente de la mujer moderna. A veinticinco años de su muerte, recordamos algunas razones que la convirtieron en uno de los personajes más admirados del siglo XX.

  1. UNA MUJER CULTA

Ávida lectora, se graduó en Arte y Literatura Francesa por la Universidad George Washington (Washington D.C), en 1951. Estudió también en las universidades de Grenoble y La Sorbona, en Francia, y trabajó como reportera y fotógrafa en la capital norteamericana. Poco antes de casarse fue enviada a Londres a cubrir la coronación de la reina Isabel II. Tras la boda, siguió estudiando Historia de América en la Universidad de Georgetown.

  1. PRIMERA DAMA EJEMPLAR

Llegó a la Casa Blanca con 31 años, una niña de 3 y un bebé de 2 meses y medio. Aunque detestaba atraer la atención, detectó la importancia mediática de su apoyo como esposa y la usó a favor de John F. Kennedy. Como Primera Dama fue pionera contratando a una secretaria de prensa para controlar sus apariciones y las fotos de sus hijos.

Además, con ayuda de prestigiosos decoradores, expertos en arte y paisajistas, restauró la Casa Blanca que ahora, gracias a ella, está llena de valiosas piezas históricas. Por si fuera poco, consiguió que los ambientes y la decoración se preservaran por ley. Hasta antes de su paso por la residencia presidencial, los exmandatarios se llevaban muebles y otros objetos a sus casas una vez finalizados sus mandatos.

  1. PERSONALIDAD COMPLEJA

Su mezcla de reserva y exposición mediática agudizó su atractivo. Era una excelente deportista, refinada y sobria, pero también una amante del lujo y la riqueza, un personaje lleno de contradicciones. Natural y sofisticada, era sumamente tímida y, a su vez, muy segura de sí; educada para sentirse la mejor pero también una extraña entre los de su clase social, por ser católica e hija de una pareja divorciada —John Vernon Bouvier III, con fama de libertino y alcohólico, y la dama de sociedad Janet Norton Lee— en un ambiente elitista y protestante.

  1. SE REINVENTÓ EN JACKIE O.

Tras el asesinato de Robert Kennedy, el 5 de junio de 1968, en plena campaña electoral, Jackie tomó una importante decisión. 'Si están matando a los Kennedy, mis hijos serán los siguientes… quiero irme de este país', dijo. Cuatro meses más tarde se casó en la isla privada de Skorpios, en el mar Egeo, con el multimillonario griego Aristóteles Onassis, un viejo amigo. Desde entonces Jackie se dedicó a veranear y comprar en los mejores anticuarios de Europa. A la muerte del armador, en 1975, la viuda de Onassis heredó US$ 26 millones. De regreso en Estados Unidos y durante las próximas dos décadas, trabajó como editora en Viking Press y Doudleday. Ahí dirigió la publicación de las obras de Naghib Mahfuz y las autobiografías de la cantautora Carly Simon y la editora de Harper’s Bazaar, Diana Vreeland.

  1. ­­ESTILISMOS INSPIRADORES

Aconsejada por Diana Vreeland, nombró diseñador de cabecera a Oleg Cassini, quien había vestido a celebridades como Rita Hayworth y Joan Crawford. Durante su estadía en la Casa Blanca, Cassini creó sus emblemáticos looks, emulando el aire refinado de firmas como Givenchy y Dior.

Pero fue el vestido rosa de Chanel, con tocado pillbox –que vistió en Dallas el 22 de noviembre de 1963– el que se transformó en un ícono. Luego del conocido atentado donde perdió a su esposo, Jackie se negó a lavar el tejido empapado de sangre. Lo llevó cuando entró con Kennedy moribundo al quirófano y cuando asistió a la toma de posesión del vicepresidente Lyndon B. Johnson, en el Air Force One. 'Quiero que todo el mundo vea lo que le han hecho a John', señaló.

Otro símbolo de identidad sería su peinado bouffant, obra de Kenneth Battelle, quien fue su estilista por más de 30 años. En la última etapa de su vida sus looks se tornaron más libres y relajados, con pantalones anchos en color blanco y chaquetas de amplia solapa, camisas gypsy, jeans, turbantes de Hermés, vestidos manga cero y enormes lentes oscuros. Inolvidables también son sus icónicos bolsos de Gucci. Así era Jackie Kennedy: atractiva, sin artificios, con su frondosa melena al viento y sonriente.

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