Hace 25 años llegaron a Totoritas para crear nuevas historias familiares junto al mar. Después de una esperada renovación, los Camet Bertello vuelven a ocupar una casa totalmente refrescada por el gusto de Isabella Bertello y por el arte de Matteria, el proyecto deco de Juan Ignacio Camet y Mario Blaustein.
Es increíble lo rápido que pueden pasar 25 años. Un día los hijos son chicos, las experiencias son todas nuevas y pensar en las anécdotas que estás forjando es apenas un cálido recuerdo prestado del futuro; al día siguiente, los chicos crecieron, tú creciste con ellos, pasaron tantas cosas… Veinticinco veranos no son poco, pero a la vez, y como sucede cuando se vive intensamente, pasan sin que uno se dé cuenta.
Cuando Juan Ignacio Camet e Isabella Bertello llegaron a Torotitas, lo hicieron buscando el lugar ideal bajo el sol. Isabella había vivido en Ancón, donde disfrutaba de las lanchadas y delos paseos en su propio bote; donde subía a su perrito en la tabla y se iba con él remando. Juan, por su lado, había pasado 35 años en Punta Hermosa. Ambos, entonces, provenían de balnearios con tradición y mucha personalidad, y en Totoritas encontraron un punto medio para sus estilos diferentes. “Me encantó que tenga esta nota de pueblo, que no sea un sitio frío sino más bien acogedor, y no me refiero a la cantidad de gente porque en realidad yo gozo más cuando me quedo los días de semana y la playa está vacía”, explica Isabella. Este invierno, por ejemplo, han venido desde noviembre “porque la casa está bonita”, y han disfrutado una Totoritas que pocos conocen. Esa en la que hace unas semanas las aves anidaban, o en la que puede verse a dos lobitos de mar arrastrarse por la arena. “Mis padres me brindaron este tipo de vivencias por 35 años, hasta que mi papá murió”, cuenta Juan. “Nosotros queríamos hacer eso por nuestros hijos. En aquel momento, ellos eran chicos y Punta Hermosa tuvo una época complicada de mucha fiesta. Dije ‘de ninguna manera’. Por eso, nos vinimos a buscar playas y esta nos encantó”. Aquí encontraron, además de un terreno en venta, el río que atraviesa Totoritas, el parque y los puentes; la iglesia con los asientos de piedra y el cerro que esconde una huaca. Son cosas que no han cambiado. “Totoritas es un vecindario, un barrio en donde mis hijos han gozado”, asegura Juan.
La casa se levantó hace 25 años. La arquitectura pertenece a Richard Malachowski, pero las decisiones de diseño se tomaron en conjunto con Isabella. Ella ya trabajaba como interiorista y había tenido encargos importantes, como la decoración de un banco; aquí intervino en cada decisión, avanzaron ambiente por ambiente, y tiene un excelente recuerdo de ese proceso colaborativo. “Quería bastante iluminación y poder ver el mar, y tenía ideas específicas como que atrás de la chimenea hubiera un mueble para la tele de los chicos. Sabía lo que necesitaba de la casa”, dice Isabella. “Yo soy ingeniero, pero ella lee los planos mejor que yo”, acota Juan.
De eso han pasado 25 años. Esta es la primera renovación importante que ha tenido la casa y, sin embargo, en esencia no ha cambiado. La arquitectura no se ha tocado y el mobiliario es el mismo, solo que ha pasado por lo que Isabella llama “un refresh”. Las mesas de concreto y granalla siguen ahí en la terraza; se ha cambiado el tejido de mimbre de las sillas; las paredes blancas se han raspado para dejar ver el ladrillo y la marquetería de fierro negra se ha pintado de blanco. Al piso de madera no se le ha hecho más que ponerle petróleo para limpiarlo. Esta renovación ha sido dirigida por Isabella, que esta vez ha tenido compañía especial: su hijo Juan Ignacio y su yerno Mario Blaustein. Los tres han trabajado para redescubrir lo mejor de esta casa. Y han logrado sorprender a toda la familia.
Manos en materia
Juan Ignacio y Mario son pareja desde hace 3 años y juntos acaban de fundar Matteria, un estudio y tienda online que produce piezas de decoración y soluciones de interiorismo integrales. Mario estudió Arquitectura de Interiores y Juan Ignacio viene del mundo del Marketing, pero tiene un talento creativo que su madre no puede dejar de elogiar. De hecho, hace varios años Juan Ignacio se aburrió de su cuarto en la playa, y fue él quien sacó con una espátula la pintura para dejar el ladrillo expuesto y conseguir un look que a Isabella le encantó y que ahora ha aprovechado para reproducir en buena parte de la casa.
“Empezamos hace cuatro meses con la idea de hacer cosas bonitas que no encontrábamos en tiendas”, explica Mario sobre Matteria. “En general, lo que hay en tiendas de decoración lo sentimos muy frío… Nosotros estamos trabajando con madera, yute y otros materiales naturales, y también usamos material reciclado, pero no nos regimos por nada, nuestro límite es la creatividad. Si bien no vamos a seguir una línea específica, por ahora estamos explorando este shabby chic que ha ido superbién con la casa”. Es un estilo vintage en el que predominan la luz y los colores claros; es un poco country y un poco romántico, pero siempre desde una mirada sofisticada. Es un estilo que va muy bien con la temporada, pero que se aleja de la típica casa de playa, además se puede aplicar al campo y a la ciudad. “Es un rústico refinado”, lo describe Mario. “En Matteria tenemos accesorios, adornos y muebles más grandes como mesas: por ejemplo, aquí lo que hicimos fue desarmar la base de la mesa del comedor y con una de las piezas hacer una mesita de apoyo. La idea es dar nueva vida a las cosas”, asegura. Isabella les iba pidiendo lo que necesitaba y así aparecieron repisas, azafates, la vinera, una banca para el dormitorio principal, cuadritos decorativos y otros detalles que le han dado una coherencia a cada ambiente de la casa, y que tienen mucho que ver con esa atmósfera cálida y recargada.
Para Juan padre, la creatividad de Isabella es impresionante. Definitivamente, el espíritu de esta casa tiene que ver con ella. Isabella es toda una presencia: desde su estilo personal (con ese look espléndido de verano, su tipo mediterráneo y un encanto que la hace aún más guapa) hasta su experiencia en el interiorismo, podría decirse que la casa en Totoritas es reflejo bastante fiel del estilo de vida que siempre buscó para su familia. Ella le puso un alto a su carrera como decoradora cuando nació Raffaella, la conocida exvoleibolista peruana. Durante buena parte de su infancia y juventud como deportista profesional, Raffaella Camet tuvo horarios demandantes y muchos sacrificios que hacer: y ahí estuvo su mamá llevándola, trayéndola y a su lado, hasta que Raffaella se retiró del vóley competitivo. Un poco antes de eso, hace 5 años, la familia se mudó a Camacho, y obviamente Isabella se esmeró en decorar el penthouse de dos plantas. Un primo de Juan se quedó encantado con el resultado y no paró de insistir con que quería contratar a Isabella —que por entonces ya tenía más tiempo disponible— para que decore su nueva casa de playa, hasta que lo logró. Ese encargo significó el regreso de Bertello a la decoración profesional.
Desde entonces ha asumido proyectos variados, como otras residencias, el cambio de look en las tiendas Toque d’ sol y un departamento piloto para una inmobiliaria (que está terminando). Y 25 años después, el trabajo colaborativo volvió a funcionar de maravilla en su propia casa de playa, quizá el proyecto más importante (ciertamente el más sentimental) que le ha tocado desde que volvió a trabajar. Haber podido llevar a cabo la renovación con Juan Ignacio y Mario es muy importante para ella. Es que son un familión.
Veranos por venir
Juan Ignacio es el mayor de los tres hijos Camet Bertello: le siguen Mariale, que también trabaja en Publicidad y Marketing, y Raffaella. “Esta casa de playa la hemos tenido alquilada durante muchos años. Los primeros veranos la pasaba muy mal, era más chica y hasta me ponía a llorar cuando me enteraba de que la íbamos a alquilar y que no vendríamos, y es que para mí esta playa es muy importante”, recuerda Raffaella sentada en su terraza. “A pesar de que me perdía casi todo el verano por el vóley, siempre encontraba la manera de venir, así fuese un día. Estos últimos años, he venido para quedarme como invitada en la casa de alguna amiga, y al ver mi casa alquilada me moría de la pena. Le dije a mi mamá que teníamos que arreglarla, que la teníamos muy descuidada y me rompió el corazón verla así”. El primer fin de semana que la familia vino a pasar a Totoritas después de mucho tiempo, en noviembre pasado, para revelar el resultado de las renovaciones, Raffaella no lo podía creer. Corría por toda la casa mostrándole a su enamorado el baño en el que se arreglaba para salir, la hamaca en la que hacía piruetas…
Y es que 25 años después la casa sigue siendo la misma. La salita del televisor ahora la utilizan cuando quieren hacer una reunión más privada; comen todos juntos en el comedor, aunque les ha quedado un poco chico; el dormitorio de la abuela ya no se ocupa… Pero la terracita del segundo piso sigue siendo el mejor lugar para ver el sol ponerse en un magnífico sunset de verano.
Mirando el mar uno entiende que nada cambia realmente, solo se transforma. Y eso es vivir.