Por: Romina Guiulfo / 04.05.2023

Recuerdo perfectamente la primera vez que interactué con Jessica: fue hace 14 años, yo era una estudiante de Diseño de Modas y le decía a ella, que recién empezaba en la industria y había presentado su primer desfile en el parque Reducto, que admiraba su marca. También recuerdo la primera entrevista que le hice, seis años después de ese encuentro. Y recuerdo la última conversación que tuvimos: fue hace apenas unos días, entre risas, como las dos amigas que nos hemos hecho con el tiempo.


Hay cierta magia en conocer personalmente a Jessica Butrich. Su sensibilidad y su empatía son habilidades que deja notar en nuestras conversaciones más personales y cuando hacemos sesiones de brainstorming por el simple placer de soltar ideas y poner a trabajar la creatividad.


La mente de la diseñadora —principalmente conocida por sus zapatos, pero también por sus accesorios y ropa— es brillante y caótica, pero el suyo es un caos armonioso, como el que se desata cuando el sol y la lluvia coinciden. Y, así como esos elementos resultan en un fenómeno óptico fascinante, la creatividad de Jessica deviene en un estilo hipnotizante que se plasma en espacios tan personales como su casa, su marca y su propia imagen.




“Mi marca soy yo. No le puedo sacar la vuelta a la identidad porque nace de mi personalidad”, explicó ella hace unas semanas, en una videollamada. Nada más claro para demostrarlo que el desfile del 2014, que hizo cuando estaba embarazada de Julieta, su primera hija, en el que mostró vestidos superamplios, fluidos y con movimiento. Una temporada después, en cambio, presentó una colección que parecía ser una oda al cuerpo femenino, con cortes entallados y prendas ceñidas: ya había dado a luz y su cuerpo volvía a sentirse el de antes.


Esa conexión, si bien maravillosa, es compleja. Que su marca sea una representación de su identidad significa que las emociones y vivencias son parte intrínseca de sus creaciones. Cuando todo fluye, la creatividad le acompaña, pero ¿qué pasa cuando aparecen esos momentos en los que la vida frena a la imaginación?


Jessica tiene en su computadora archivos que podríamos describir como tableros de inspiración. “Me gusta generar conexiones visuales. Reúno información que me motiva por distintos motivos, y sensaciones que resuenan por alguna razón, y no sé para qué o cuándo las usaré, pero vuelvo a ellas cuando me siento bloqueada”. Entre estas imágenes, no hay rastro alguno de zapatos o bolsos, y más bien se revela una serie de estímulos visuales: texturas, colores, arte, diseño interior, bodegones de la vida cotidiana. De cierta forma, estos archivos son una llave a su cerebro, una puerta a su mente curiosa e imaginativa, y una manera que tiene ella misma de reencontrarse para poder crear cuando el entorno no lo permite.


A contracorriente y con fuerza, la marca Butrich logró posicionarse en un mercado insípido con sus colores enérgicos y su personalidad vibrante. La firma se encontró con un nicho de mujeres ávidas por consumir moda, dispuestas a alejarse de las propuestas tradicionales de calzado e ignorar las normas establecidas, delimitadas por los cueros clásicos y los colores neutros.




El interiorismo es una de las disciplinas donde Jessica encuentra más inspiración. Su casa es una excelente muestra de las opciones cromáticas diferentes que caracterizan a la marca y al estilo personal de la creadora.


“He sido parte del proceso de ver a mis clientas encontrar su estilo”, reflexionó Jessica. “He entendido que no solo les damos un par de zapatos, sino lo que significa y representa la marca. Somos una herramienta para que les deje de importar lo que el mundo dice, y se reencuentren con esa felicidad de ponerse lo que les gusta”.


Esta especie de anarquía en el estilo es la esencia de la marca, que cuenta con “chicas Butrich” alrededor de más de setenta puntos de venta en Latinoamérica, Estados Unidos, Canadá y Europa. Las suyas son mujeres que van llenando la calle de color pisando con seguridad, con altura. Con un brillo ecléctico en la mirada y ganas de comerse al mundo. Dueñas de una energía arrolladora y una seguridad que rompe techos de cristal. Así me gusta pensarlas.




Que su marca sea una representación de su identidad significa que las emociones y vivencias son parte intrínseca de sus creaciones. Esa conexión, si bien maravillosa, es compleja. 


Como todo en la vida, el éxito de Butrich conlleva una responsabilidad. Más allá del lado administrativo que un negocio tiene, el estándar creativo está establecido en cierto nivel. Cada nueva colección significa el reto de poder ofrecerle a su audiencia algo fresco, que recoja la esencia de la marca sin ser abrumador ni más de lo mismo.


“La colaboración con Disney [la primera se presentó en octubre del 2021 y la segunda, Disney Princess x Butrich, en diciembre del 2022] fue una de las más grandes que hemos desarrollado a nivelnúmeros, capacidad de producción, lanzamiento e impacto”, contó la diseñadora. “Han sido de las colecciones más difíciles de hacer también a nivel artístico. ¿Cómo lograr una colección que cuente una historia y que no se convierta en un producto de merchandising?”.


Si bien Jessica no es de las personas que respiran y perspiran Disney, de niña fue muy fan de “La Sirenita”, “La Bella y la Bestia”, y “Aladino”. De hecho, tuvo una época en la que veía las tres películas a diario con su hermana. “Me sabía los guiones de memoria, reconocía las miradas y los sentimientos de los personajes. Estos insights me permitieron ir más allá de lo evidente y me sirvieron para armar la colección”, explicó.




El impacto de esta colaboración ha sido más fuerte en el fondo que en la forma. Sumergirse en el universo de las princesas significó desconectar de la realidad —Jessica pensaba en su yo adolescente—. “Siempre conecté con el romanticismo del final feliz, y hacer las colecciones con Disney significó de alguna manera curar una herida, o cerrar un círculo”, aseguró. “Le dedicaría esta colección a mi yo de ese entonces”.


La compleja y fascinante conexión entre ella —la persona— y su marca vuelve a revelarse al término de cada colección. Jessica experimenta una suerte de renacer, un proceso en el cual se aleja de todo lo que significó la última ola creativa para hacer algo totalmente opuesto. A simple vista probablemente no se puede percibir—además, las colecciones no se presentan, necesariamente, apenas se producen—, pero internamente es un proceso real. “Volver a reconectar con mi ‘yo diseñadora’ me cuesta”, confesó Jessica. “Por ejemplo, las colecciones que vienen ahora son menos complejas visualmente. Nunca son sencillas, pero tienen otro lenguaje”.


Y esa podría ser una manera de describir a la “chica Butrich” original: Jessica no es sencilla, tiene su propio lenguaje y ha logrado encontrar en la moda la clave para expresarse sin importar el qué dirán.




por Romina Guiulfo

fotos: Janice Bryson y Deyna Hamideh

dirección de arte: Angela Kusen

maquillaje y peinado: Micaela Linares

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