Por: Vania Dale / 13.11.2019

Un lugar cuidadosamente diseñado y curado al detalle, que casi siete décadas después de abrir sus puertas al público mantiene intacta su vibra de residencia italiana de verano del siglo XVII, esa que le ha valido la adoración de todos sus visitantes.

No es exagerado decir que el idílico hotel Le Sirenuse sigue siendo el destino soñado de cualquiera. Un lugar lleno de historia y tradición, cuyo toque familiar proyecta una sensación de hogar que constituye gran parte de su encanto. No es de extrañar, pues se trata de una antigua casa familiar de verano originalmente propiedad de los hermanos Sersale, oriundos de Nápoles —convertida en hotel en 1951.

Dueño de una de las ubicaciones más privilegiadas del mundo —en plena bahía de Positano, en la costa Amalfitana—, el hotel es un lugar de ensueño (por más cursi que suene). Así lo describió el propio John Steinbeck, a quien el hotel, innegablemente, debe su fama. El escritor estadounidense, famoso por su parte por su más conocida y galardonada The Grapes of Wrath, se alojó en el hotel junto con su esposa durante su visita a El Positano dos años después de inaugurado. La crítica que escribió sobre el lugar, publicada originalmente en la edición de mayo de 1953 de Harper's Bazaar, es un ensayo magistral que atrajo de inmediato la atención de aquellos en busca del ocio y el hedonismo más refinados.  Quienes hoy en día tienen la suerte de hospedarse en una desus habitaciones encontrarán una copia del afamado artículo del ganador del premio Pulitzer impresa en un papel celeste y, además, un cuaderno para, al igual de Steinbeck, tomar notas de lo que se está a punto de vivir: una estadía en el paraíso.

La sirena del Mediterráneo

Negocio familiar

El Positano, que se levanta verticalmente sobre un acantilado, alberga el romántico encanto italiano de calles angostas y pequeños cafés. La característica cúpula vestida de azulejos de la iglesia de Santa Maria Assunta refleja el sol casi tanto como el mar Tirreno que se extiende, pleno, frente a ella

La sirena del Mediterráneo

Cada una de las 58 habitaciones de Le Sirenuse está decorada con artesanía local —la cerámica de la zona es una de sus principales atracciones— y con artículos que la familia Sersale ha coleccionado en el transcurso del tiempo, que incluyen fotografías tomadas por el recientemente fallecido Franco Sersale, entusiasta del arte y gran responsable del estilo característico de Le Sirenuse. El piso ha sido revestido con baldosas de Vietri hechas a mano.

La piscina —de tamaño perfecto—, ubicada frente al azul, la rodean limoneros típicos de la zona, conocidos por ser usados para preparar el infaltable limoncello y también por crear una vista superromántica. Han sido plantados en macetas de terracota de Fratelli Stingo, una conocida marca napolitana que comparte con los Sersale la idea de legado y tradición, y que data del siglo XVIII.

La sirena del Mediterráneo

Las plantas, por su parte, cuentan historias maravillosas. Hay enredaderas que surgen de helechos y buganvilias, que abrazan  las columnas blancas, alcanzan el techo y enmarcan la imagen de postal para el recuerdo. Orquídeas, plantas de cedrón, jazmines de Madagascar fueron elegidos no solo por su belleza, sino por su relación simbólica con la familia Sersale y con la costa Amalfitana. Para cuidar de esta relación y de las plantas —cuya disposición estuvo a cargo de la arquitecta paisajista Isabella Casali di Monticelli a finales de los noventa— está Giulia, nieta de uno de los propietarios originales. A pesar de su éxito y fama, Le Sirenuse mantiene su alma de un negocio familiar. Quizá ahí resida la clave de su éxito. Y si antes tanta maravilla atraía a las más tintineantes estrellas de Hollywood, como Elizabeth Taylor o Richard Burton, a Le Sirenuse; hoy en día son figuras como Sienna Miller, Anne Hathaway, Eddie Redmayne y Reese Witherspoon quienes se encuentran entre sus ilustres invitados. Esta última, de hecho, celebró su segunda luna de miel en el hotel, en el 2011.

Nuevas riendas, mismo legado

Desde 1992 el hotel está a cargo de Antonio Sersale, hijo de Franco Sersale, cuya colección de arte se despliega por todo el hotel. El heredero del emporio Sirenuse no tiene miedo de innovar, actitud que demuestra en sus elecciones de nuevas piezas de artistas contemporáneos, las que, con el gusto y obsesión por el detalle que heredó también de su padre, coloca estratégicamente entre las obras de mayor antigüedad. La innovación y actualización son también formas —muy inteligentes, dicho sea de paso— de continuar con tal legado. A esta conjugación entre arte contemporáneo y piezas y espacios históricos, Antonio la ve como 'una conversación que dura a través del tiempo', como la acción de agregar capas. Con el nombre de Sirenuse Art Projects, comisiona obras de reconocidos artistas contemporáneos, como Matt Connors, Karl Holmqvist, Martin Creed, Stanley Whitney y Alex Israel. 'Continúo una colección que comenzaron mi padre y sus hermanos, por lo que se trata de una relación con el arte que se interpreta de diferentes maneras por diferentes generaciones', explica. 'Los hoteles son organismos vivos'.

A pesar de que, como relata, el turismo de élite y el turismo de masas se han mezclado y El Positano ha dejado de ser un lugar accesible solo para cierto grupo social, eso no le resta al hotel. 'Creo que es importante crear un oasis dentro de un lugar y curar cada detalle hasta la máxima perfección para que todo con lo que alguien entre en contacto sea único y

por artesanos no por máquinas. Eso es lo que trato de hacer en Le Sirenuse'.

Es tal el encanto que rodea a Le Sirenuse, que se ha convertido en un estilo de vida. Los hijos y nietos de los propietarios originales han desarrollado desde una línea de trajes de baño hasta una de fragancias inspiradas, por supuesto, en la esencia del palazzo mediterráneo: una de elegancia sin pomposidad, digna del estilo refinado de hasta el más exigente bon vivant.

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