Ha recibido críticas por su última campaña liderada por Bella Hadid y la influencer virtual Lil Miquela, pero no es la primera vez que Calvin Klein recluta a las celebrities del momento y despierta controversia.
Cuando uno piensa en Calvin Klein no necesariamente piensa en el diseñador: en el hombre neoyorquino de familia judeohúngara que está por cumplir 77 años de edad y que este 2019 está celebrando 50 de la fundación de la casa de diseño que lleva su nombre. Un nombre ante el cual uno sí piensa en ese minimalismo cool y absolutamente moderno que marcó un antes y un después, y que sigue estando vigente. Sobre todo, la esencia de Calvin Klein toma forma a través de sus campañas: de todas esas celebridades que a lo largo de su historia se han vestido (o desvestido) para hacerle honor a la marca. Y sí que nos han hecho pensar en ella.
Camino de estrellas
A fines de los sesenta, el diseñador lanzó su primera colección de vestidos y sacos que tuvo tanto éxito que solo al año facturó un millón de dólares y apareció en la portada de la revista Vogue. Tres años después tuvo su primer desfile y en la década de los setenta consolidó el éxito con su primera línea de jeans para hombre.
En 1993 fue ganador del Council of Fashion Designers of America Award por sus colecciones masculinas y femeninas, y no es osado asegurar que Calvin Klein representó mejor que nadie la sensualidad y juventud de los noventa. Sus campañas y la elección de las celebridades que las encabezan son un trademark de la marca: la ironía está en que muchas de estas han sido criticadas con dureza; de hecho, la fama internacional la consiguió, en buena parte, gracias a sus campañas publicitarias.
La clave está en la controversia. En la década de los ochenta, para publicitar sus jeans (una de sus piezas más pedidas de la época), Calvin Klein fichó a Brooke Shields de 15 años, que ya conocía de escándalos y de portadas a causa de su participación en películas de temas álgidos y escenas de desnudos (Pretty Baby y La laguna azul). Sin embargo, la provocación y sexualidad que la jovencísima actriz emana en las fotografías y el comercial de Richard Avedon, sumadas a la frase: '¿Sabes que se interpone entre mi cuerpo y mis Calvin? Nada', desató el revuelo y determinó que las cadenas de televisión ABC y CBS prohibieran el comercial.
El diseñador, sin embargo, nunca se arrepintió de su visión. Es más, puede que ese dicho que asegura que no existe mala publicidad haya resonado en él. Así que un año después Calvin Klein lanzó su línea de calzoncillos para hombres con una campaña a cargo del fotógrafo Bruce Weber y con el campeón olímpico de salto con garrocha Tom Hintnaus para dar vida a una fantasía griega y a una figura masculina absolutamente sexualizada como hasta entonces solo había estado el cuerpo de la mujer. Los planos que resaltaban la abultada entrepierna del deportista exaltaron a los más puritanos, poco acostumbrados al erotismo masculino.
Otro de los grandes fichajes de la marca se dio en 1992, cuando contrató a Mark Wahlberg, conocido por integrar el grupo de rap Marky Mark & The Funky Bunch y por ser un tipo de bad boy que disfrutaba andar con los jeans bien sueltos. Era una especie de sex symbol, rebelde y arriesgado, que ya tenía varias fans adolescentes; todo lo contario a Kate Moss, quien sería su compañera en el shoot y quien en ese momento era una modelo aún desconocida que no había cumplido la mayoría de edad. Fue un combo interesante. Wahlberg, irreverente; Kate, una chiquilla cuyos topless para la campaña reflejaban cierta decadente inocencia y una sexualidad distinta para la época: en plenos noventa, a su alrededor todas las modelos eran amazonas, exuberantes y curvilíneas, mientras que ella era extremadamente delgada y juvenil. Los críticos y ciertos medios aseguraron que las fotos tomadas por Herb Ritts aplaudían la anorexia; mientras tanto, la simbiosis entre Calvin Klein y Kate Moss (quien luego se convirtió en el rostro de su perfume Obsession) dio inicio al heroin chic, y ciertamente marcó la estética de los noventa y la obsesión del público por Kate.
Cosa seria
Con el paso de los años, el diseñador ha sido acusado de promover pornografía infantil, consumo de drogas y hasta violaciones grupales. En 1995, las fotografías hechas por Steven Meisel fueron satanizadas por la Asociación de la Familia Americana porque los modelos aparentaban ser menores de edad (ninguno de ellos lo era en realidad). En el 2009, Meisel volvió a ser contratado por Klein y fue criticado por sugerir una orgía. Al año siguiente, la campaña protagonizada por Lara Stone fue retirada de los paneles publicitarios porque supuestamente sugería violencia y agresión sexual. Aun así, cinco años después, Stone volvió a ser imagen de la marca; esa vez junto a Justin Bieber, quien fue criticado por aparentemente ser víctima de uso exagerado de Photoshop.
La lista de celebridades es larguísima. Por las más recientes campañas de la marca ha pasado Jamie Dornan, Zoë Kravitz, Kendrick Lamar, Grace Coddington, Harry Styles, Miranda Kerr, el clan Kardashian, Paris Jackson y hasta Millie Bobby Brown. Hace cinco años Nick Jonas le rindió un homenaje a Wahlberg con una campaña que se consideró su gran paso a la adultez, pues el chico de Disney jamás había dejado ver tanto en una publicidad. Y a inicios de este año, el cantante Shawn Mendes revolucionó las redes con una fotografía para la firma. Esta tuvo siete millones de likes y 500 mil comentarios en Instagram, que contaron a una entusiasmada Jennifer Lopez y a Drake entre estos.
No hay duda de que la marca ha sabido jugar sus cartas en cuanto a marketing y publicidad. Las evidencias son clarísimas: no ha escatimado en fotografiar personajes reconocidos y ponerlos en situaciones muy edgy con tal de hacerlos pasar a la historia de sus polémicas. Y nunca se ha arrepentido. O casi nunca.
Hace poco lo tuvo que hacer tras los fuertes reproches que recibió la campaña protagonizada por la modelo Bella Hadid y la influencer virtual Lil Miquela. En un video de 30 segundos Hadid, su voz en off, dice: 'La vida consiste en abrir puertas, creando nuevos sueños que nunca pensabas que podrían existir'. Luego, se besa con Miquela. Tal beso provocó que la marca sea acusada de queerbating, término que alude a una técnica utilizada por guionistas y directores para acercarse a la audiencia LGTBI a través de la creación de una historia de amor ficticia entre personajes del mismo sexo. El cargamontón fue tal que la firma soltó un comunicado de prensa expresando ser 'una compañía con una larga tradición en abogar por los derechos de la comunidad LGTBI+ y ciertamente no fue nuestra intención tergiversar a la comunidad'.
Las disculpas pueden ser sinceras, pero la empresa nunca le ha huido a una buena polémica. Por supuesto que es necesario cuestionarse si las críticas son exageradas, especialmente en una época en la que la sexualidad se tilda como más libre y tal como escribió la periodista Hayley Wilbur, vivimos entre campañas sociales como el #FreeTheNipple y ficciones tan frontales como Game of Thrones. Quizá el modus operandi de Calvin Klein no solo hable sobre la marca y sus deseos progresistas, sino también sobre la sociedad que los recibe. En todo caso, es cuestión de esperar la próxima campaña y ver las reacciones. Siempre las habrá.