Modelo, figura pública, empresaria y novel actriz: acaba de inaugurar un restaurante de comida saludable, está próxima a lanzar una colaboración de modas y a debutar en su primer protagónico. También dedica su tiempo a un proyecto de ayuda social muy especial. Alondra García-Miró sabe que su vida privada es lo que más atención concita, pero eso no distrae el foco que ella misma pone en sus ideas y en sus metas.
Al prepararse para conversar con Alondra García-Miró no hay que bucear mucho en internet para encontrar noticias sobre ella (reales o fakes). De hecho, ni siquiera es necesario querer intencionalmente saber de ella, pues los medios se encargan de reportar –y a veces de exagerar– cada paso que da. Su relación sentimental con Paolo Guerrero la expuso a un nivel de escrutinio tal, que los últimos años Alondra ha debido responder de la mejor manera –o simplemente evitar– preguntas sobre si volvió o no con el futbolista, si está con otra persona, si está próxima a casarse, etcétera. “Quizá aún no logro manejarlo del todo; a veces hay cosas que sí me afectan. Creo que es un proceso y que uno va aprendiendo día a día. En mi experiencia, hay temas que es mejor guardarlos para mí, por mi tranquilidad”, asegura luego de advertir con educación, pero con firmeza, que hay temas que no discutirá. A pesar de las constantes especulaciones sobre su vida privada, Alondra dice con seguridad que “volvería a pasar de nuevo por todo, por estar donde estoy ahorita”.
¿Y dónde está? Ilusionada con los primeros meses de Mercatto Verde, el restaurante de comida saludable que inauguró en setiembre junto con su amiga Ale Acevedo. “Ha sido la locura”, dice sobre el trajín. El sueño del cafecito propio que tenía con su actual socia desde que eran chicas se fue postergando por diversas razones durante años, hasta que encontró su momento y su lugar –aunque dar con este último, en la avenida Cavenecia de San Isidro, “fue todo un parto”, confiesa–. Pero el sueño no solo se postergó, sino que creció y evolucionó: Mercatto Verde reúne un restaurante, un café, una tienda de productos orgánicos y hasta una concept store en un mismo lugar. “Fue dificilísimo meternos en un rubro que ninguna de las dos había explorado… ¡Pero quedó hermoso! Es un trabajo del día a día, y hay que estar ahí porque todos los días pasa algo… Es un aprendizaje constante”, dice Alondra. Y este año ella ha estado enfocada en aprender, crecer y florecer.
Volverse a encontrar
Cuando está en Lima (por el momento vive entre el Perú y Brasil), sus días son más que ocupados: terminan tardísimo entre reuniones de trabajo, coordinaciones en Mercatto Verde, sesiones de fotos y videos, y compromisos con su familia y sus amigos que obviamente aprovecha para ver. “El 2019 ha sido un año maravilloso”, reitera Alondra, pero de pronto su expresión y su tono cambian, se ensombrecen. “Espero que cierre así también porque fue por estas épocas de fin de año que perdí a mi mami y a mi hermano, alrededor de mi cumpleaños… pero no, no voy a atraer esa energía”, se dice ella misma, y en un acto casi reflejo, se persigna.
Con la personalidad burbujeante y siempre positiva que la caracteriza, cuesta imaginar que la vida la haya golpeado tan duro, llevándose prematuramente a su madre (en el 2010) y a su hermano (en el 2017). “La muerte de mi madre generó en mí un dolor que nunca va a pasar, que siempre va a estar ahí; pero que me ayudó a crecer más rápido”, cuenta Alondra, quien encontró en su padre y en su abuela la fortaleza necesaria para lidiar con tremenda pérdida. “Mi papi ha sido pieza fundamental en mi vida. Por más que viva fuera del país, siempre ha estado para mí; al igual que mi abuelita, que asumió el rol de mamá. Doy gracias a Dios por la familia que tengo”.
Alondra es una persona creyente. “De verdad que sí. En mi experiencia, ha sido justamente en los momentos más difíciles o en los que más triste y confundida he estado cuando más he conectado con Dios. Nunca he perdido la fe de que las cosas al final van a salir bien, y siento que eso me ha ayudado y me ha dado la fortaleza para poder seguir adelante”, responde convencida.
No tiene que mirar muy lejos para poner un ejemplo. Este año ha sido muy importante para Alondra, pero apenas el año pasado se encontraba perdida. “No sabía qué hacer… Me habían pasado un montón de cosas, estaba superconfundida”, admite. Entonces, llegó a su vida la oportunidad de dedicarse a la actuación, encarnada en Miguel Zuloaga, el productor de Te volveré a encontrar, la primera telenovela que Alondra protagoniza y que se estrenará el próximo año. “No sé si sea mi mamá, que me cuida desde otra dimensión… Pero se han presentado personas en mi vida tan claves que realmente siento que son enviadas por ella”, reflexiona. “Miguel Zuloaga es una persona muy importante para mí. Él me contactó en un momento en que yo estaba en una crisis real”, comenta.
Alondra llevó clases intensivas con los actores Sergio Galliani y Norma Martínez, quienes le dieron las herramientas y la confianza para enfrentarse a un universo desconocido para ella. “Ha sido el proyecto más lindo en el que he participado, pero también fue muy absorbente. Como era algo nuevo para mí, tenía que estar emocionalmente enfocada en la serie. ¡Y estudiar un montón! Grababa doce horas diarias, y llegaba a mi casa a bañarme y alistarme para hacer lo mismo al día siguiente”, cuenta.
Este año tenía planeado continuar actuando en la serie Princesas, una nueva producción de ProTV, pero tuvo que alejarse del proyecto por su complicada agenda laboral que incluye viajes constantes. “Tengo que meterle punche a Mercatto Verde antes de arrancar con otro proyecto al que hay que dedicarle tanta responsabilidad. Pero la actuación la quiero retomar de todas maneras”, afirma. En su caso, ha significado un reencuentro consigo misma.
Buena influencia
La experiencia es una gran maestra y Alondra sí que lo sabe: empezó a modelar a los 13 años y viene curtiendo su piel de las críticas desde que apareció en televisión, en un programa reality, a los 20. “Cuando eres más joven, no piensas mucho en todo lo que conlleva ser una persona pública; eres mucho más inocente, piensas que todos son tus amigos y no te das cuenta de que hay gente que quiere sacar algún provecho de ti. Con el tiempo lo entendí”, confiesa. “Me di cuenta de la responsabilidad que tenía al estar expuesta públicamente, pues hay personas que te toman como ejemplo”, continúa. “Por eso, ahora prefiero comunicar cosas positivas sobre mis experiencias, contar anécdotas o dar herramientas que inspiren a las personas a ir detrás de sus sueños, antes que enfocarme en mostrar mi vida privada”. Admite que a veces le da pena que sus éxitos o acciones positivas se vean opacadas por los pormenores de su vida personal.
Pese a que objetivamente es una influencer –y de las más relevantes del país–, asegura no sentirse una; pues lo que hace, básicamente, es mostrarse tal cual es en sus redes sociales: “Soy tan yo… No he nacido para ser blogger ni influencer ni nada de estas cosas”. Confiesa entre risas que a veces puede ser demasiado volada con sus redes sociales. “¡Pero todo eso es parte de lo que a la gente le gusta ver!”, sonríe. “Para mí no es muy complicado colaborar con marcas, ya que trabajo con aquellas que yo consumo o que van conmigo”, asegura. “Así como puedo ser influencer de ciertas marcas, también soy influencer de lo que hago en mi día a día y que puede servirle a los demás”.
La expresión máxima de ese buen uso de su influencia lo representa, definitivamente, Vidawasi, el primer hospital pediátrico oncológico del Perú y de Latinoamérica, ubicado en Urubamba, del que Alondra es embajadora. “Sentía que tenía que haber algo más para mí: que por algo Dios me había hecho, de cierta manera, conocida; que por algo tengo esta plataforma tan grande para comunicar. Y ahí fue que Vidawasi llegó a mi vida, hace más o menos ocho meses”, relata con una emoción real. Su entrega con la causa es total: ya ha contribuido a inaugurar el primer patronato en Chiclayo y se ha comprometido a “recorrerme todo el país para poder abrir un patronato en cada departamento”. “El Perú tiene que conocer que existe Vidawasi”, enfatiza Alondra. “Quiero que nos unamos como peruanos para poder construir este proyecto que va a salvar a miles de vidas de niños”, dice convencida y emocionada. Poder hacer esto y, además, el cariño que recibe de la gente hace que, a pesar de todo, la fama valga la pena.