Por: Adriana Garavito / 13.11.2019

En Girls, fue Adam Sackler. En Star Wars, Kylo Ren. En la vida real, sin embargo, Adam Driver es un ex-marine que no soporta verse en pantalla.

Puede parecer que a Adam Driver no le gustan muchas cosas sobre él. Dice que su nariz es grande, que su cuerpo es un tanto extraño, que es muy alto, que en general es un tipo que tiene un look que ronda entre lo poco común y lo gracioso. Tampoco le gusta verse en la pantalla. Cuando intentó ver el capítulo piloto Girls –la serie creada por Lena Dunham en la que Driver actuó durante 6 años como Adam Sackler, no se soportó más de 20 minutos. Cuando se estrenaron las películas de la saga Star Wars, en las que interpreta al villano Kylo Ren, tampoco se vio.

Se juzga demasiado. Se preocupa de más. Pero al mismo tiempo es un hombre ajeno a las complicaciones. Solo hace lo que tiene que hacer como actor. Verse en la pantalla no es parte del contrato.

'Me sorprendió darme cuenta de que el 90 % del proceso de hacer una película es dedicarse a hablar de ella. Solo el resto es hacerla', comentó en una entrevista con GQ Inglaterra. Es gracioso enterarse de que, en los estrenos, posa frente a las cámaras en la alfombra roja (porque tiene que hacerlo), pero poco antes que arranque la película sale de la sala y va a otra a esperar. Algunas veces, incluso, se ha ido a cenar. Le gusta el orden, que las cosas cumplan su función.

No siempre fue así. Driver nació en San Diego, pero cuando sus padres se divorciaron, se mudó a Indiana con su madre. Al tiempo, ella se casó con un ministro de la iglesia. Así, el pequeño Adam tenía la obligación de ir a misa, cantar en el coro y tener fe. No era nada bueno en el colegio, pero sí muy bueno prendiéndole fuego a cosas, trepando antenas de radio y viendo la película Fight Club una y otra vez. Tantas que con sus amigos crearon su propio club de la pelea. Cosas de chicos.

En el proceso descubrió que la actuación podría ser su escape no solo emocional, sino también físico: si era buen actor saldría del pueblo en menos tiempo. Postuló a Juilliard, pero no entró. Decidió probar suerte, se subió a su auto y partió a Hollywood. Su vida sería como la de las películas: contaría que un día no tenía nada y que al siguiente lo tenía todo. El sueño se le reventó cuando se malogró su auto. Repararlo le costó casi todos sus ahorros y lo que le quedaba lo usó para pagar un cuarto para pasar las noches. A la semana estaba de vuelta en Indiana. Al menos lo intentó.

Cambio de vida

Al poco tiempo sucedió el ataque a las Torres Gemelas. Las imágenes en la televisión lo conmovieron y las palabras de su padrastro lo empujaron: '¡Únete a los marines!', le dijo. No lo pensó mucho y se alistó. El actor ha declarado que la decisión la tomó porque era un patriota y porque no aguantaba un día más trabajando como telemarketer. Suena a una locura, pero ser marine le vino bien. Ganó disciplina; hasta ahora –cuenta su esposa, la actriz Joanne Tucker- nunca llega tarde a un lugar.

No se podría saber cuánto tiempo más hubiese sido marine. Quizá ya estaba escrito que se rompa el esternón en un accidente en bicicleta. Tal vez era el destino que esa lesión sea motivo suficiente para que el doctor le diga que no podía servir a su patria un día más. Al regresar a casa postuló una vez más a Juilliard y esta vez sí ingresó. Su rutina era la de un marine que estudiaba actuación: comía seis huevos por las mañanas y corría desde Queens hasta la escuela que quedaba a un poco más de 40 km de distancia. Almorzaba pollo todos los días y con la actuación encontró la soltura que había perdido como militar. Fue en la escuela, también, donde conoció a su esposa.

Entre papeles, pruebas y audiciones encontró el rol que definiría el inicio de su carrera. Su papel en Girls fue el que lo puso en el mapa de Hollywood (fue nominado al Emmy como Mejor Actor de Reparto por 3 años consecutivos). Ha sido dirigido por Steven Spielberg en Lincoln, pero, por supuesto, ser parte de la saga de Star Wars llevó su carrera literalmente a otra galaxia. También rodó El hombre que mató a Don Quijote del ex Monty Python, Terry Gilliam, y obtuvo un papel que pasó por Johnny Depp y por Ewan McGregor antes de llegar a él. Para ser un chico tímido, maneja muy bien cierto tipo de presión. El filme se presentó en el último Festival de Cannes, pero no fue el único motivo por el que Driver estuvo en la Riviera Francesa: también es parte del elenco de BlacKkKlansman, la premiada película de Spike Lee. Y así, su nombre seguirá siendo motivo para encontrarlo en los medios de entretenimiento.

'Se ha dicho de todo sobre mi cara', ha contado en más de una entrevista sobre los comentarios que suscita su particular geometría facial. Por cierto, es considerado un sex symbol. Así lo dicen las revistas. Para él es extraño. 'Yo creo que la gente me mira porque soy bastante alto y me veo raro. Qué se yo. Creo que es mejor no juzgarme'.

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