Por: Vania Dale / 13.11.2019

Hace 120 años, el 26 de agosto de 1898, nació Peggy Guggenheim, una de las figuras femeninas más importantes para el arte moderno. Excéntrica y desfachatada, pero, sobre todo, incomprendida, la gran mecenas fue una mujer adelantada a su tiempo.

'No soy una coleccionista, soy un museo', afirmaba Peggy Guggenheim. Menuda autodefinición. Aunque podría sonar pretenciosa, aplicada a ella es absolutamente cierta. Con un apellido de tanto significado para el arte –fue sobrina de Solomon Guggenheim–, no podría haber sido de otra forma. Tras mudarse de París a Nueva York, en 1929, luego decidir radicar en Inglaterra –donde inauguraría su primera galería, con una exposición de Jean Cocteau– y regresar a París –ya casada con el pintor surrealista Max Ernst–, Peggy se instaló en el corazón de Manhattan para fundaren 1942, Art of this Century, una galería que acogió a los artistas europeos vanguardistas que huían del régimen Nazi.

Con Mondrian, Breton y Duchamp como asesores, Art of this Century se convirtió en un hito para la consolidación como Nueva York como la nueva capital del arte: figuras como Roberto Matta, Salvador Dalí, André Masson y, posteriormente, De Kooning, Mark Rotko y Jackson Pollock –a quien Peggy se encargó de llevar al estrellato– eran expositores habituales del recinto, un espacio revolucionario y poco convencional, dividido en dos salas –una dedicada al expresionismo abstracto y, la otra, al surrealismo–, que fue una de las manifestaciones físicas del afán rupturista de su fundadora.

MUJER LIBERADA

Tras cerrar Art of this Century, la señora Guggenheim se muda a Venecia en 1947, al Palazzo Venier dei Leoni, lugar que fue su hogar hasta sus últimos días y que se convertiría en un hermoso museo que lleva su apellido.

El recinto alberga una colección valorizada en 700 millones de dólares, que comprende obras de artistas como Picasso, Magritte, Klee, Bacon, Dalí, Kandisnky, Balla, Arp, Miró, De Chirico, entre otros nombres gigantescos del arte mundial. En el lugar también se encuentran sus famosos libros de huéspedes, cinco tomos repletos de frases, poemas y dibujos de personalidades como Truman Capote, Marc Chagall, Man Ray, Modigliani y hasta John Cage, entre muchos otros visitantes ilustres del palacio Guggenheim, varios de los cuales fueron también amantes suyos y contribuyeron a generar esta imagen de mujer sexualmente liberada que personificaba Peggy. '¿Liberación de la mujer? Yo era una mujer liberada mucho antes de que se inventara un término para ello', escribió poco antes de morir.

Pero más allá del plano anecdótico, y de lo polémico y errático de su vida amorosa y sexual –su tóxico amorío con Samuel Beckett, su breve relación con Yves Tanguy o su one-night stand con John Cage–, lo que importa de Peggy Guggenheim es su constante búsqueda, su necesidad de romper el molde. Su mirada trasgresora del mundo hizo que terminara contribuyendo enormemente a sentar los pilares del arte moderno y a impulsar las vanguardias del siglo XX, cuya impronta es claramente rastreable hasta nuestros días. El mundo del arte no sería el mismo sin Peggy. Tenemos mucho que agradecerle.

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