04.03.2020

La muerte de Kobe Bryant y de su hija en un accidente de helicóptero ha dejado un vacío imposible de llenar en la NBA. El hombre que lo ganó todo, que tuvo que crearse un alter ego para sobrevivir y que cambió la historia del juego se ha ido, pero deja un legado invaluable.




Un helicóptero, una neblina densa en Los Ángeles y un accidente fatal. Así de rápido se fue Kobe Bryant, el hombre flaco y de brazos largos, de mirada dulce y a la vez desafiante. Se fue Bryant, pero (mucho peor aún) también su heredera: Gianna, su hija de 13 años, que lo acompañaba; además de siete personas relacionadas al mundo del básquet. La muerte del basquetbolista, ocurrida el domingo 26 de enero, fue tan sorpresiva que, semanas después, todavía parece irreal.

“Es una locura, pero Kobe me lo dijo. Me lo decía todo el tiempo: ‘Quiero morir joven. Quiero ser inmortalizado. Quiero que mi carrera sea mejor que la de Michael Jordan’”, contaba Tracy McGrady, excompañero de Kobe Bryant y exestrella de la NBA. Aquellas declaraciones de un Kobe en sus veintes resuenan en estos días más fuerte que nunca. A él, como a los grandes genios, la vejez lo aterraba. Pero aquel deseo de una muerte prematura cambiaría, como era de esperarse, una vez que Kobe se convirtiera en padre.




Black Mamba o el instinto de supervivencia

Solo dejó de jugar baloncesto cuando su ya cuerpo no se lo permitió. “Mi corazón puede atajar los golpes, mi mente puede lidiar con la dura rutina, pero mi cuerpo sabe que es tiempo de decir adiós”, narraba en “Dear Basketball”, el poema que se convirtió en un corto con el que luego ganaría un Oscar.

En su documental autobiográfico, Muse, Kobe explica que –en el punto más bajo de su vida personal– tuvo que crear un alter ego. En el 2003, Bryant fue acusado de abusar sexualmente de una mujer de 19 años en un hotel de Colorado. Si bien no hace referencia específica a ello en la cinta, sí deja entrever que lo ocurrido estuvo a punto de destruir a su familia, a pesar de que el caso nunca llegó a un jurado y de que Kobe aseguró ser culpable solamente de “cometer un error y ser un adúltero”

En aquel entonces, tenía 25 años. “Pasé de ser un jugador casi en la cima de su juego a un año después no tener idea de hacia dónde iba mi vida, o de si iba siquiera a tener una vida tal y como la conocemos”, confiesa en Muse. “Y en el campo, el que era mi refugio, escuchaba todo lo que me decían. ‘¡Kobe apesta!’. Tuve que separarme de mí mismo. Todo era muy confuso. Demasiadas cosas me caían encima a la vez. Tuve que organizarlas. Así que creé la Black Mamba”.



Y con la Black Mamba, llegó la Mamba Mentality, que se ha vuelto, de muchas maneras, uno de los mantras más importantes de la NBA y del deporte en todo el mundo. “Consistía en mandar a la mierda a todo el mundo en la cancha. Voy a destruir a todo lo que se me cruce en el campo. No había nada ni nadie que me pudiera parar”. Mientras Kobe lidiaba con su vida personal, Mamba rompía récords y dominaba una de las competencias deportivas más difíciles del mundo.

En un extraordinario artículo, el reconocido periodista y escritor Kent Babb, quien siguió de cerca su carrera, describe el desdoble de personalidades. “Cuando Bryant volvía a la cancha, el joven atleta ya no estaba. En su lugar, había un hombre que no transmitía ninguna inocencia, y Kobe dice que se sintió libre al revelar la oscuridad que siempre tuvo dentro de sí. Crear un alter ego –dice ahora– fue la única forma de, mentalmente, dejar atrás lo sucedido en Colorado”.




Y lo mejor no vino

El niño nacido en Filadelfia y que, como escribe en Dear Basketball, se enamoró del deporte cuando empezó a tirar calcetines de su padre en forma de pelota en un aro imaginario se volvió el héroe de una generación de jugadores y aficionados al baloncesto. Ganó cinco veces la NBA, fue All-Star en 18 ocasiones, el MVP de la temporada 2008 y dos veces MVP de finales. En otras palabras, es uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia, y uno de los deportistas más increíbles que ha pisado la Tierra. Pero su legado va mucho más allá.

Desde antes que falleciera, en la infinidad de homenajes, videos e historias que se escribieron sobre él, decenas de jugadores confesaron que se dedicaron al basquet por él. Gracias a él. Lebron James, Joel Embiid, Jayson Tatum, Kyrie Irving, Russell Westbrook: las más grandes estrellas de la NBA deben sus carreras a Kobe. “Con eso me basta”, dijo alguna vez. “Con saber que le cambié la vida a algunas personas”.


Y también se la cambió, sin dudas, a su familia. Bryant estaba casado con Vanessa Laine Bryant, una mujer de origen mexicano con quien tenía cuatro hijas. Gianna, la segunda, tenía 13 años cuando cayó, junto a su padre, en el helicóptero. En los últimos años, Kobe se había vuelto uno de los grandes promotores del baloncesto femenino en Estados Unidos, y entrenaba al equipo de su hija, de quien –decía– se convertiría en una estrella “mucho más grande que yo”.

Gianna era, por supuesto, Mambacita. Lo acompañaba a los partidos de sus queridos Lakers, y las imágenes en las que le explica con paciencia y detenimiento cada movimiento de los profesionales han dado la vuelta al mundo. Kobe y Black Mamba eran los mentores de Gianna, Mambacita, la heredera del absurdo talento de uno de los más grandes de todos los tiempos. “Fue construida como Kobe, sus modales, todo... Verla jugar era como ver a Kobe de joven. Tenía los movimientos. Veías a esa chica y se parecía a su padre. Entonces decías: ‘Dios, ella será especial”, la describía McGrady.

“Estaba totalmente en línea con el joven Kobe decir ‘quiero morir joven’. Pero el viejo Kobe, el Kobe al que tú y yo pasamos años viendo, el Kobe de 41 años, quería estar cerca de su familia”, agregó McGrady. Shaquille O’Neal, su viejo compañero de éxitos y títulos y batallas confesó, entre lágrimas, que lo más doloroso es que estaba claro que a pesar de todo su éxito y el legado que había dejado, Kobe estaba viviendo sus mejores años. Y que lo mejor estaba aún por venir.

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