La han llamado 'la Walt Disney millennial'. Pero Maryellis Bunn es una emprendedora creativa que ha sabido capitalizar la estética y la obsesión por las redes sociales con su ultrainstagrameado Museum of Ice Cream.
Tiene 26 años y no se ríe mucho. Al menos su personaje público es el de una chica seria. Una empresaria, sin duda; una a la que le encanta jugar con el color y que ha ganado fama gracias a Instagram. Una it girl millennial, vamos, pero mucho más que eso. Graduada en Negocios y Diseño de Interiores, Maryellis Bunn identificó una oportunidad de negocio inédita en las redes sociales. Y es que publicar fotos diariamente no tiene que ver solo con estética, sino con una necesidad actual: sentir que hay conexión con otros.
Así nació la idea de fundar Museum of Ice Cream, un espacio que realmente simula ser un museo; se divide en distintos cuartos decorados con elementos como unicornios o una piscina llena de dulces. Es el paraíso de todo instagrammer, la tierra prometida de los selfies. Todo en el museo se puede tocar, oler, mirar y probar. Es una invocación a los sentidos. El primero se inauguró el 2016 en Manhattan y le han seguido otras instalaciones en San Francisco, Los Ángeles y Miami, además de una línea de merchandising y una colaboración con Target. Su fundadora describe lo conseguido como 'un movimiento de imaginación y creatividad' basado en el símbolo de la felicidad y del hedonismo: el helado.
Celebridades como Beyoncé, Drew Barrymore y Kim Kardashian han visitado el Museum of Ice Cream y no han podido resistirse a tomarse una foto con sus fondos color pastel y los maravillosos diseños de sus wallpapers. El escenario parece sacado de una tienda de dulces o de una película de Wes Anderson. El local de San Francisco solía ser un banco allá por el año 1910, así que lo mejor del museo está en el sótano, donde estaba la bóveda. Si Hansel y Gretel hubiesen nacido hace pocos años (y en California), la bruja malvada los hubiese seducido con este museo.
'No hay que tener miedo. Todo es posible. Esa es la filosofía de la empresa', asegura Maryellis, quien también acaba de abrir una tienda de helados (¿cómo no?), llamada Pint Shop. La tienda parece ser una extensión del museo: es simétrica, colorida y la experiencia, una vez más, incluye olores, tacto y melodías. La fórmula es una especie de hechizo, que encanta a los clientes captando todos sus sentidos. Al menos Bunn parece haber hecho realidad su fantasía.