Acaba de llevarse su segundo premio Óscar; pero a Mahershala Ali no lo definen los galardones, sino la espiritualidad, la facilidad para reinventarse y la modestia.
Cuando Mahershala Ali subió el pasado febrero al escenario a recibir su segundo Óscar a Mejor Actor de Reparto por interpretar al pianista Don Shirley en la película Green Book (el primero fue en el 2017 por Moonlight), lo hizo con elegancia y muchísima calma. Su discurso fue un solo de modestia y una serie de agradecimientos: al director del filme, Peter Farrelly; al actor principal, Viggo Mortensen; a su esposa Sami-Karim; a su hija Bari y a su abuela, la mujer que le enseñó a seguir luchando por lo que quería. Así el actor de 44 años demostró que los rumores de que es un tipo sencillo son ciertos.
A inicios de año se publicó un perfil del actor en la revista Esquire, que asegura que trabajar con él es amarlo. La mayoría de sus compañeros declararon que es un hombre sincero, disciplinado, humilde, respetuoso y 'con demasiado talento'. Esto se debería a una especial combinación de cualidades e historias que definen
la vida del actor: tuvo que trabajar durísimo para llegar a donde está y es un hombre sumamente espiritual.
Volver a nacer
Ser entendido como una persona reflexiva es algo que se ganó como hijo de padres divorciados. Su madre, de 16 años e hija de una familia muy religiosa, y su padre, un apasionado de 17 años del baile, lo tuvieron en Oakland con el nombre de Mahershala Gilmore y también con la esperanza de que podrían manejar la presión de ser tan jóvenes. Solo tres años después, su padre apareció en televisión al ganar un concurso de uno de los programas de baile más importantes de Estados Unidos, Soul Train: esa misma noche partió a Nueva York para seguir sus sueños artísticos.
El silencio llegó como un consuelo. Se convirtió en un chico nostálgico. Ali fue criado por su madre, sus tías y su abuela. A su padre lo vio muy poco, pero nunca perdió contacto. De vez en cuando lo visitaba, y juntos iban al cine, al teatro y a pasear por museos.
Cuando cumplió 16, se mudó con sus abuelos paternos, quienes se encargaron de motivarlo lo suficiente
para que consiga una beca deportiva en St. Mary College de California. Ali era bastante bueno jugando básquet, pero esta nunca fue su pasión. 'No me gustaba que usen a los deportistas como productos', confesó en una entrevista. 'Solo jugué para poder mantener la beca, pero ya sabía que me quería dedicar a algo creativo como mi padre'.